La siguiente nota fue escrita originalmente en noviembre de 2010.
Ya ha pasado una semana de las presentaciones de Paul McCartney en Buenos Aires y francamente, resulta muy difícil hacer un comentario desapasionado y estrictamente musical sobre lo que fue, mucho mas que un recital, una integral experiencia músico-emocional. Porque la música de Paul y de los Beatles no son meras canciones que entran en la categoría “una que sepamos todos”... Forman parte de la banda de sonido de la vida de las 100.000 personas que en muchos casos hicieron grandes sacrificios, pagando entradas excesivamente elevadas, para estar cerca de una leyenda viva. De alguien que para muchos, entre los que me incluyo, inventó con sus tres compinches durante la década del 60 la música pop tal y como la conocemos. El mago de las melodías, el querido Paul, el inimitable Macca.
Mientras caminaba por la avenida Libertador y luego por Figueroa Alcorta, mientras hacía la cola para ingresar al Monumental, pensaba en las veces que en treinta años había soñado con ese momento, mientras observaba el amplio abanico generacional que se hizo presente. Padres con sus hijos, abuelos con sus nietos, parejas, hermanos, amigos de toda la vida... Algo que pocos artistas seguramente pueden lograr, sobre todo en el universo del rock. Añoré entonces a mis hermanos, a mi viejo, el primero que me puso un disco de los Beatles (Sgt. Peppers Lonealy Hearts Club Band) a mi vieja, a la que sentí varias veces conmigo esa noche, a grandes amigos que sé que aman la música de este hombre y sin embargo por diferentes circunstancias (geográficas o económicas o hasta laborales) no pudieron estar allí. Recordé también que en 1993, cuando Paul visitó las pampas con su New World Tour (la gira del disco “Off the Ground”) estaba muy lejos de concretar un viaje a Buenos Aires desde Montevideo para ver al ídolo. Pero la vida siempre da revancha.
Una vez sorteados los controles y la cortada de la entrada, ya instalados en la lejanísima Sivori (para que el lector se ubique, la tribuna detrás del arco que da al Río de la Plata, el del tablero... El escenario estaba en el otro arco, el de Figueroa Alcorta. Una entrada en primera fila costó cerca de los U$S 1600 y cualquier ubicación en campo no bajaba de los U$S 300) y mientras el sol se ponía a nuestra derecha y una hermosa “C Moon” brillaba junto al lucero de la tarde, observamos como se fue poblando el estadio. Pasó el ex-Piojos, Andrés Ciro Martínez, con un set acústico que no molestó ni llamó la atención... Algunos acompañaron con palmas los hits piojosos “Al Atardecer” y “Tan Solo” (que fue el primer ensayo “coral” de la tribuna), en un clima de respeto y expectativa que el artista comprendió y agradeció pertinentemente.
Quince o veinte minutos antes de las 21:00 (que era la hora H, según los amigos que estuvieron el día anterior) por las pantallas verticales a izquierda y derecha del escenario comenzaron a pasar imágenes alusivas a la carrera de Paul y de los Beatles, acompañado por unos remixes de canciones como “Ob La Di Ob La Da”, “Silly Love Songs” o “Coming Up” en clave electrónica. Las manos sudaban a pesar del fresequete que soplaba, en la cabeza ya se imaginaban los acordes de Venus and Mars/Rockshow, que sabíamos habían abierto la noche anterior y nos entreteníamos haciendo la popular “ola” que recorría la gigantesca “U” de las tribunas. Un momento muy divertido y de distensión, que ayudó a hacer la espera menos larga a pesar de los ya indisimulables nervios.
Finalmente, a las 21:20 se produjo la primera sorpresa: Sir Paul McCarntey y su banda se presentaron en el escenario y arrancaron su show con “Magical Mystery Tour”. Extasis. El primer multitudiario “aaaahhhhhhh” de los muchos (casi uno por tema) que sucedieron a cada comienzo de canción. Y luego, pegadito, “Jet”, el primero en sonar de los varios del clásico disco de los Wings “Band on the Run”. Mientras Paul cantaba “I thought the only lonely place was on the moon” , parecía señalar a la hermosa luna creciente a su izquierda. El torrente de emociones se elevó al máximo con “All My Loving”, coreada y bailada por 50.000 personas y donde las lágrimas fueron incontenibles en muchos de los presentes. Fue como caer: “Hey, estoy viendo a un Beatle!” Y la cosa se fue poniendo cada vez mejor.
A continuación, uno de los Wings, “Letting Go”, del disco “Venus and Mars”. Tremendo. La banda, que Paul armó para la gira de Driving Rain (el primer disco que editó luego del fallecimiento de Linda Eastman, hace alrededor de ocho años) sonaba potente y ajustada. El sonido, aunque bajo (otra de las nuevas “disposiciones” para realizar shows en la cancha de River, además del campo con la gente sentada, desperdiciando 1/3 del mismo), era clarísimo y todo sonaba en plano. Lamentablemente, desde mi lugar, elevado y lejano, era inevitable un pequeñísimo delay o retraso en la llegada del audio, lo que en algunos momentos distraía y molestaba bastante.
El riff del comienzo del “Drive My Car” elevó las pulsaciones nuevamente. Después supimos que el día anterior, en este lugar, había tocado “Got to Get to Into My Life”, así que para los que repitieron o gustan conocer los setlist de los shows antes de presenciarlos fue una nueva sorpresa. Todos cantamos, bailamos y gritamos “Beep beep, beep beep, yeah!” con el tío Paul, que estaba exultante y ya había ensayado algunas palabras en castellano... Varias veces lo hizo, siempre con un ayuda memoria a sus pies, que consultaba de reojo. Después llegó el momento de demostrar que no se vive sólo del pasado y los recuerdos, y salieron con “Highway” del nuevo disco de “The Fireman”, un proyecto paralelo de Paul que arrancó a fines de los 90, si la memoria no me hace una jugarreta, con un disco de música ambience instrumental. Esta versión del bombero es contundente y rockera y así suena en manos de la banda de Paul. Y, hablando de banda, volvemos a “Band on the Run” con “Let Me Roll It”, con un homenaje a Jimi Hendrix y su “Foxy Lady” en la coda y Paulie soleando con la viola a pleno. Había cambiado el bajo por la guitarra, y ahora fue hacia una tarima a la izquierda del baterista Abe Laboriel Jr., de excelente performance. Una máquina de tocar el enorme moreno, una mezcla de Forest Withaker en su aspecto y John Bonham en su bombástico estilo. Sentado al piano de cola, Paul cantó “The Long and Winding Road”, nuevo pico emotivo en el show. Se quedó allí para “Nine Hundred and Eighty-Five”, otro de “Band on the Run” (ésto ya llamaba la atención en el escriba y le producía mucho placer, ya que se trata de uno de sus discos favoritos de siempre), “Let Em In”, del álbum “At the Speed of Sound” y una lindísima “My Love”, previa dedicatoria a Linda y a todos los enamorados, ambas también de su etapa Wings, muchas veces injustamente desvalorizada.
Luego Paul tomó la guitarra acústica y se mandó con “I've Just Seen a Face” de “Help!” , que como todas las de los Fab Four fue especialmente considerada por el público y anunció una canción que sería ejecutada por primera vez en la gira, un estreno exclusivo para nosotros. La sorpresa fue mayúscula cuando Macca y compañía salieron con “Bluebird”. Las armonías vocales logradas por la banda son de una excelencia que supera, incluso, a las versiones originales. Siguió “And I Love Her”, otro clásico de los Beatles, coreado por la multitud y acompañado por lágrimas, sobre todo en los más veteranos que parecían estar viviendo una experiencia muy especial, encontrándose con un amigo de toda la vida.
Paul se quedó solito con su guitarra, enfocado por el seguidor y proyectando su sombra tan característica detrás suyo. “Blackbird”, emotiva e impecable, con una luna gigante bajando sobre su cabeza, fue seguida por una dedicatoria a su amigo John, muy ovacionado por el público. El intimista y melancólico “Here Today” que se encuentra en el álbum “Tug of War” de 1982, fue el tema escribió para recordar a Lennon. “I'm holding back the tears no more, I love you”, le cantó a su amigo, mientras una gran Tierra bajaba a hacerle compañía a la luna.
A continuación, munido de un banjo, inició “Dance Tonight” de su último trabajo “Memory Almost Full” y River fue una fiesta otra vez. Siguió con “Mrs. Vanderbilt” y tuvo a todo el mundo cantando y bailando el “Ho-Hey-Ho” con él. “Eleanor Rigby” fue otro momento de gran emoción. Hermosa versión del clásico de “Revolver”, junto a Laboriel Jr. en coros. Y llegó entonces el turno del homenaje al otro Beatle desaparecido, George Harrison, lo que desató una nueva ovación en el Monumental. Paul comentó que George tocaba muy bien el ukelele, y que entonces iba a tocar ese intrumento para él, aunque no lo tocara tan bien. La versión de “Something” que siguió a continuación fue de tal belleza que seguramente quede grabada para siempre en todos aquellos que la presenciamos. Impresionante. Uno de las mejores canciones de los Beatles, sin duda. Pasaban, mientras tanto, imágenes de George por la gran pantalla del escenario.
El tema que siguió fue Sing the Changes, el toque “Obama” de la noche (el rostro que se forma en la pantalla del escenario era claramente el del presidente de Estados Unidos), otra incluída en “Electric” de “The Fireman”. Aprovechamos para tomarnos un respiro ya que fue el único momento no tan caliente de la noche. Sumado a que la canción no es uno de los hits (no todo el mundo conoce ese disco), la figura de Obama no goza de tanta popularidad en estos pagos. Pero el descanso nos vino muy bien. Lo que se venía lo ameritaba.
Cuando sonaron los primeros acordes de “Band on the Run” (que era el único que faltaba del lado A del disco!) éste fan tenía la certeza de que estaba asistiendo a uno de los momentos memorables de su vida. Esos que se cuentan a hijos y nietos cuando los años van pasando, porque el sentimiento se renueva en el corazón cada vez que la memoria lo atiza. Siguió el bailongo con “Ob-La-Di Ob-La-Da”, una farra completa. La banda roqueaba en serio como en “Back in the U.S.S.R.” y “I've Got a Feeling”. Mucho power. “Paperback Writer”, perfecta, sonó impecable. Ni los Beatles, temiendo ser hereje, habían logrado en vivo esas complejísimas armonías vocales. Magia pura. Casi dos horas de show y nuestro amigo seguía, a sus 68 años, yendo del bajo a la guitarra y de la guitarra al piano, animando y hablando con la gente y, sobre todo, cantando esas perennes canciones en el mismo tono en el que fueron grabadas, muchas de ellas hace mas de 40 años. Y como las canta! Una performance vocal de excelencia, sin duda.
Es el turno de “A Day in the Life” y de una nueva ovación para John. Luego del “interludio maccartiano” (“Woke up, fell out of bed, dragged a comb across my head”), en lugar de regresar a la tercera y última estrofa, engancharon con “Give Peace a Chance”. Impresionante ver a toda esa gente coreando “all we are saying is give peace a chance”. Grande Lennon.
De vuelta al piano, “Let It Be” volvió a aflojar los lacrimales y se volvieron a ver los abrazos, las cabezas recostadas en los hombros, las miradas de agradecimiento de esos gurises de 10, 15, 18 años que no podían creer lo que estaban viendo, las lágrimas de esos veteranos que volvían a tener 20, 30 años y se lo imaginaban todavía con barba y pelo largo y negro. Y si canta igual!
Siguió “Live and Let Die”, con pirotecnia, explosiones y fuegos artificiales incluídos. Un espectáculo impresionante, para acompañar esa joyita de canción compuesta para la película homónima de James Bond. Luego de hacer cantar a hombre y mujeres todos juntos y por separado con “Hey Jude” (se trajo su piano pintado de colores!!) se despidió a eso de las 23:10. Todos sabíamos que volvería.
El riff de “Day Tripper” hizo sentir un escalofrío de placer en la columna vertebral de este ya entregado y fascinado cronista. Un estadio coreando ese inconfundible y seminal riff de guitarra fue una nueva señal de lo histórico, de lo inolvidable del momento. Piel de gallina y aullidos de júbilo acompañaban la performance impecable de Sir Paul McCartney, acompañado, cabe reiterar por una banda de lujo. La mejor y mas poderosa que se le haya conocido desde The Beatles, en mi humilde opinión. Ya hemos comentado la performance del baterista. Pero también están Ray Wilson, blondo guitarrista que se hace cargo del bajo cada vez que Paul va hacia otro instrumento, Rusty Anderson en guitarra líder, prolijo, seguro, muy rocker y el querido Paul “Wix” Wickens, que toca hace muchísimos años con Macca y estuvo en Buenos Aires en el 93. Todos cantaron cuando fueron requeridos y lo hicieron muy bien.
Paul volvió al piano vertical para una impactante y muy divertida “Lady Madonna” y agarró el bajo otra vez para “Get Back”. Delirio total. Se despide otra vez y se va corriendo hacia el costado, dando un saltito por sobre los monitores! Increíble y envidiable el estado físico del hombre. Al ratito regresa con la acústica para su himno personal, “Yesterday”. Un nuevo momento de intimidad en un show multitudinario. Cuántas veces habrá cantado esa canción y aún logra decirla con emoción, contagiar el sentimiento. Una comunión de esas tan especiales e inexplicables que sólo la música puede lograr. Bueno, ya está, capaz que ahora alguna otra con la guitarrita y chau, nos vemos la próxima, a descansar... Que ilusos. Seguramente no muchos se imaginaron que luego de dos horas y media de show, con el alto nivel de exigencia del mismo, ésta leyenda viva de la música contemporánea se iba a despachar con la versión mas poderosa y contundente de “Helter Skelter” de la que uno tenga memoria. Mamita! Una aplanadora. Hubiera sido tan lindo poder ponerle un par de decibeles mas!! Y para el gran final, el reprise de “Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band” y “The End”, que resume en su última frase toda la experiencia del show de Paul McCartney en Buenos Aires, así como la experiencia integral de ser un beatle fan, sin duda. Y acá estaré renunciando a la originalidad, pero se me permitirá, sin embargo, ya que hemos entrado en confianza: “and in the end, the love you take is equal to the love you make”. Y al final, el amor que tomás es igual al que das. Gracias tío Paul. Sueño cumplido.
G.C.F.
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