Las malditas epidemias
Una mujer muere de lo que parece apenas una gripe, y enseguida la sigue su pequeño hijo a quien contagió. En dos o tres lugares, los mismos síntomas causan otras tantas muertes. Antes de que las autoridades reaccionen, la epidemia se extiende a cientos, a miles, a millones, mientras algunos científicos intentan crear la vacuna que detenga la catástrofe. Curiosamente, este filme de Steven Soderbergh comienza en el “día 2”, salteándose voluntariamente la causa del mal que, como la gripe porcina o la fiebre aviar, podría tener su origen en el consumo de algún alimento contaminado. Pero el contagio se produce por el simple contacto de la piel, lo que hace más difícil su diagnóstico porque la enfermedad es tan fulminante que termina con la víctima en escasas 48 horas.
Con una construcción metódica y por demás sobria, el libreto de Scott Z. Burns (que ya había trabajado con Soderbergh en “El desinformante”) va pautando los días y la implacable propagación del mal, ante la consternación de un esposo (Matt Damon), que no puede creer que su mujer (Gwyneth Paltrow), recién llegada de Hong Kong, se haya ido tan rápidamente cuando parecía que sólo estaba afectada por una gripe a causa del abrupto cambio de clima luego del viaje. No tiene tiempo de recuperarse del golpe cuando el pequeño hijo de ella sucumbe en forma igualmente veloz, indicando inequívocamente que allí hay algo fuera de control.
El personaje de Damon, un hombre común de Minneapolis, no es en cambio el protagonista absoluto de la historia, que se abre en otras vertientes como un filme coral, con varias estrellas en roles breves pero contudentes. Allí aparece entonces Laurence Fishburne como un jerarca médico de Atlanta, que busca la colaboración de otros científicos (Kate Winslet, Marion Cotillard) para rastrear el origen del mal, mientras en el laboratorio experimenta otra doctora (Jennifer Ehle) en una desesperada empresa contrarreloj en busca de la vacuna salvadora. Otro personaje más bien siniestro (Jude Law), siembra dudas y lanza teorías conspirativas desde su muy consultado blog, denunciando (¿con razón o sin ella?) que el gobierno demora en hallar el antídoto porque está negociando con las multinacionales farmacéuticas.
¿Demasiadas puntas para un solo tema? Puede ser, pero hay que tener en cuenta que lo que se muestra en Contagio son apenas especulaciones sobre lo que podría pasar si una nueva epidemia, cuyo virus no se sabe de dónde viene y muta rápidamente, provocara millones de víctimas en el mundo entero en un plazo relativamente breve. Los gobiernos de todos los países, como ocurre acá, deberían alertar a la población, tomar urgentes medidas sanitarias, pedirle a la gente que no salga de sus casas para evitar tocar cualquier cosa que esté contaminada, y finalmente asistir a los enfermos con un altísimo índice de mortalidad, disponiendo de los cadáveres sin permitir a los parientes un entierro normal. El pánico tampoco se haría esperar, con saqueo de supermercados, asaltos a residencias y locura colectiva, porque lo que une a la gente en la adversidad la separa ante la inminencia de la muerte. Ahí no hay solidaridad que valga.
Soderbergh no necesita mostrar todo eso como si estuviera haciendo cine-catástrofe. Lo que le interesa es plantear una hipótesis y desarrollarla dramáticamente, en la forma más realista posible, como si fuera un documental. Por eso sus estrellas no utilizan el glamour y no tienen actitudes de heroico individualismo. El propio Damon luce gordo y envejecido, y Jude Law utiliza una prótesis dental que le afea la sonrisa. Son meros engranajes que el director utiliza para focalizar la anécdota en media docena de personajes que el público pueda identificar con facilidad. Pero como son actores talentosos, todos tienen a la vez la suficiente ductilidad como para adaptarse a papeles episódicos defendidos con breves pinceladas y puntual aunque escasa información. No debe esperarse un espectáculo épico de gran despliegue. Como “Traffic” (donde Soderbergh ganó un Oscar como mejor director en 2000) lo que importa es la sustancia, no el lujoso envoltorio.
Caso curioso el de Soderbergh. Comenzó su carrera en forma independiente con “Sexo, mentiras y video” (1989), realizó el talentoso experimento de “Kafka” (1991), sus películas siguientes llegaron directamente al video (“El rey de la colina”, 1993, “Pasiones latentes”, 1994), volvió a la cartelera con un asunto propio del mainstream (“Un romance peligroso” con George Clooney y Jennifer Lopez, 1998) y luego retomó su estilo con un policial vigoroso y nada comerecial (“Vengar la sangre”, con Peter Fonda y Terence Stamp, 1999). En el 2000 ganó su Oscar por “Traffic” y el mismo año se lo hizo ganar a Julia Roberts por “Erin Brockovich”, con lo cual su nombre se afirmó en Hollywood.
Ahora se dedica a ganar dinero con “La gran estafa” y secuelas (2001-2007) donde trabajan todos sus amigos (Clooney, Damon, Roberts, Brad Pitt, Elliott Gould), hace remakes inútiles (“Solaris”, 2002), fracasa con un intento de homenajear al film noir (y en blanco y negro) con “Intriga en Berlín” (2006), se embarca en una larga biografía muy respetuosa del “Che” Guevara (en dos partes, 2008, con Benicio del Toro), y pretende volver a su época independiente con “Confesiones de una prostituta de lujo” (sin estrellas conocidas) y “El desinformante” (con Matt Damon) ambas de 2009. Parece estar en la cómoda posición de hacer lo que quiere, sus actores lo adoran y George Clooney ha sido su coproductor. No siempre acierta, pero Contagio está entre lo mejorcito que ha hecho en los últimos tiempos.
“Contagio” (“Contagion”) EEUU-Emiratos Árabes Unidos, 2011. Dirigida por Steven Soderbergh. Escrita por Scott Z. Burns. Con Matt Damon, Laurence Fishburne, Marion Cotillard, Kate Winslet, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Elliott Gould, Jennifer Ehle. Duración: 106 minutos.
Publicada originalmente en le semanario "Búsqueda" el 3/11/11
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