18 de junio de 2013

El Hombre de Acero, dirigida por Zack Snyder













Este año, el primer superhéroe de la historia del cómic norteamericano cumple 75 años de haber sido publicado por primera vez en las páginas de “Action Comics #1”, en junio de 1938. Miles de revistas de historietas, series de radio y TV, películas y todo tipo de productos de merchandising han convertido al personaje en un símbolo, un ícono cultural. Amado y odiado (para muchos representa al imperialismo y el “modo de vida americano” capitalista y depredador, para otros es un boy scout con calzoncillo por afuera del pantalón), la historia del personaje en la pantalla es intensa y con resultados desparejos, siendo unánimemente el largometraje de 1978, dirigido por Richard Donner y protagonizado por Christopher Reeve, su versión definitiva en el imaginario popular. Aquella superproducción independiente de Alexander e Ilya Salkind y distribuida por Warner Bros., ya tenía la ambición de la franquicia. El guión del renombrado Mario Puzo (El Padrino) era un mamotreto infilmable, pero Donner se las arregló para separar el guión en dos y planificar dos películas. Lamentablemente, terminando la edición de la primera, los hermanos Salkind lo despidieron por problemas personales. Eso provocó una catástrofe: Gene Hackman se negó a volver al set de filmación y Richard Lester (el conocido director inglés de “A Hard Day’s Night” y “Help”), que fue nombrado su sustituto, debió filmar de nuevo algunas escenas con un doble que aparecía de espaldas (todas las escenas de Gene Hackman en Superman II son dirigidas por Donner, como más de la mitad de la película), le cambió el final y se eliminó el papel de Marlon Brando (que repetía su rol de Jor-El) por cuestiones presupuestarias. En definitiva, a partir de allí, la franquicia se fue al garote y sólo el encanto y la personalidad de Christopher Reeve pudo salvarla del escarnio total. La tercera entrega, dirigida por Lester, era una comedia de aventuras para niños con severas inconsistencias de guión (aunque muy divertida si se ve en plan farra) y la cuarta, dirigida por Syndey J.Furie era un horror de tal magnitud que aun cortándole media hora fue insalvable. Ni los efectos especiales eran medianamente decentes. Franquicia enterrada.

En 2006, la Warner, motivada por los éxitos de Marvel  con X-Men y Spider-Man y luego de la excelente y exitosa “Batman Inicia” (Christopher Nolan, 2005) decidieron relanzar Superman, justamente dándole la dirección al hombre responsable de X-Men: Bryan Singer (“Los Sospechosos de Siempre”, “El Aprendiz”). Lamentablemente, el guión de Michael Dougherty y Dan Harris decidió ignorar que Superman había cambiado muchísimo desde la versión “silver age” (por la Edad de plata de los cómics, décadas del 60 y 70) de fines de los 70 y que a mediados de los 80 había pasado por una impresionante reformulación que había cambiado al personaje enriqueciéndolo mucho. John Byrne, dibujante estrella de los X-Men a principios de aquella década, fue el encargado de llevar adelante aquella reestructuración. ¿Habrán creído que Bryan tenía el “toque Byrne”?
La gran decepción de “Superman Regresa” es el hecho de que no se trata de un relanzamiento de la franquicia, sino del final de la anterior. Y un final bastante soso e innecesario, además. Y para peor, Brandon Routh tenía menos carisma que un adoquín, Kate Bosworth no se parecía en nada a Lois Lane (no se trata de lo físico, se trata de personalidad) y todo el argumento era un reciclaje de la primera película de Donner, con la misma música (la clásica e inigualable partitura de John Williams), la misma secuencia de créditos y hasta las mismas escenas en los mismos lugares. Una secuela remake. No podía funcionar. La mejor escena de la película, encima, la cortaron (Superman viajando a Krypton y encontrando el lugar donde estaba ubicado el planeta) y probablemente lo más rescatable sea el cínico Lex Luthor de Kevin Spacey, que fue el único que decidió divertirse un rato. Las audiencias quedaron indiferentes y los fans muy decepcionados con la ridícula vuelta de tuerca del final, intentando cerrar un círculo que de movida estaba mal dibujado.
                Cuando se estrenó la segunda entrega de la trilogía de Batman de Christopher Nolan (“El Caballero de la Noche”, 2008) ya se hablaba en voz alta de relanzar la franquicia de Superman.  Debido al éxito cosechado con las dos primeras entregas del Hombre Murciélago, la Warner convocó a Chris Nolan y David Goyer (director y guionistas de éstas) que comenzaron a escribir una historia en consecuencia. Muchos directores estuvieron en la picota (Nolan nunca fue opción, ya que estaba trabajando en “El Caballero de la Noche Asciende”):  Darren Aronofsky, Duncan Jones, Ben Affleck, Tony Scott, Matt Reeves y Jonathan Liebesman estuvieron en la lista pero finalmente recayó en manos de Zack Snyder que en los últimos años se ganó un merecido prestigio adaptando novelas gráficas a la pantalla grande, como “300” de Frank Miller y “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons, con admirable exactitud.
Tantos años después y con mucha expectativa motivada por rumores, clips y trailers (difundidos estratégicamente en el tiempo para acrecentar la novelería del fan) llegó la hora de ver el resultado. En este caso, decidimos prescindir de los artificios del cine moderno y vimos la película en pantalla normal y en 2D. Si funciona así, funciona.
Y vaya si funciona. “El Hombre de Acero”, es, sin duda, la mejor versión jamás plasmada en la pantalla de los mitos de Superman. Que son muchos e imposibles de abarcar en dos horas y poco y está claro que la película es el prólogo de algo mayor, como lo era “Batman Inicia”. El guión decide respetar la esencia de los personajes, algo que en las adaptaciones cinematográficas de DC siempre fue demasiado aleatorio. Y los personajes funcionan porque están notablemente interpretados.
Arrancamos en Krypton (¿dónde si no?), donde como es sabido, el científico Jor-El (Russell Crowe) advierte a la tecnocracia gobernante que el planeta tiene los días contados mientras el subversivo General Zod (Michael Shannon, que construye al que es, quizás, el personaje más sólido de la cinta) falla en su intento de golpe de estado y es enviado a la Zona Fantasma con su ejército renegado. Pero Jor-El logra mandar a su hijo recién nacido, Kal-El, en una nave a la Tierra, donde además de salvarlo del cataclismo, le asegura una vida de semi-Dios en ese minúsculo planeta bañado por la radiación de su joven estrella amarilla. Todo este prólogo está narrado con un ritmo trepidante, si bien alguna elipsis puede parecer brusca, y el Krypton que vemos es muy distinto al que conocimos en 1978, aquel páramo helado y blanco, sin fauna ni flora. Este Krypton rebosa vida, lo cual hace aún más trágico su desenlace. El Jor-El de Russell Crowe es incluso más interesante que cualquiera de sus versiones en historieta, al igual que Lara (Ayelet Zurer).
A partir de la llegada del cohete a la Tierra la narración se sitúa en el presente y por medio de oportunos flashbacks vamos conociendo a Clark Kent, un nenito asustado porque no puede controlar lo que le pasa y necesita mucha contención de su mamá Martha (Diane Lane) y de su papá Jonathan (Kevin Costner), sobre todo cuando llega la adolescencia y aparecen los compañeros patoteros y situaciones que en un pibe normal llevarían a reacciones que en este caso particular terminarían en tragedia. Las tres o cuatro escenas de Kevin Costner y Diane Lane son de alto contenido dramático y emocional y son fundamentales para establecer vínculos con ese muchachito que en el presente deambula buscando su destino. En estos dos personajes radica la humanidad de Kal y por qué es quien es hoy. Y acá llega el momento de detenerse un poco en Henry Cavill. Qué difícil agarrar un personaje tan identificado con otro actor como Clark/Superman está atado a la memoria de Christopher Reeve. El tema es que, sencillamente, el Clark Kent que construye Cavill es otro. Tiene muchos vínculos con el Clark de John Byrne en los 80. Entonces no nace comparación posible: no existe el “tímido” reportero de modales suaves y voz aflautada. De hecho, no existe (aún) el reportero. Estamos situados en otro momento de la historia del personaje que, sin haber siquiera descubierto su herencia, es muchísimo más sustancioso que aquel caricaturesco descripto por Mario Puzo. Es un muchacho atribulado, con enormes dudas de identidad. Y cuando le toca colgarse la capa, es un Superman a la altura de estas circunstancias: inseguro, heroico, todavía demasiado humano. O demasiado inconsciente de su poder. A no esperar a un canchero de sonrisita y jopo. Falta para eso. Acá ni siquiera ha sido bautizado con su nombre de batalla. Apenas si se dice una vez esa palabra, casi al azar.

En paralelo tenemos a Lois Lane (Amy Adams, divina) que anda tras los pasos de este misterioso hombre que realiza hazañas imposibles y desaparece sin rastro, mientras su editor en el diario “El Planeta”, Perry White (Laurence Fishburne… si, White es negro… ¿y qué?) le advierte que no puede publicar cualquier cosa sin pruebas fehacientes, por más Pulitzer que haya ganado, y menos si los militares niegan todo.  Y allí anda también Steve Lombard (Michael Kelly) por la redacción del diario, aunque ciertamente extrañamos bastante a Jimmy Olsen.
Un gran acierto el de Amy Adams. Es Lois. Cada palabra y cada acción típica de Lois Lane. El hecho de que sea pelirroja (y que Lana Lang sea morocha, al revés del pepino) no cambia en nada que es la mejor Lois Lane desde la que hizo Teri Hatcher en la comedia de TV “Lois & Clark”. Y que su personaje aún tiene mucho por desarrollar, así como su relación con Clark, que sorprenderá a más de uno.
Clark entonces, descubre su herencia por partida doble. Es Kal-El, del planeta Krypton y un tal General Zod acaba de darle un ultimátum a la Tierra para que se lo entreguen so pena de destrucción total.  Y a partir de allí, se desata lo que el público de un blockbuster de verano/invierno (según el hemisferio) quiere ver: acción a carradas y sin un segundo de respiro.
La película, por supuesto, no es perfecta ni mucho menos. Tiene algunos (pocos) altibajos de ritmo y personajes algo desaprovechados (como Emil Hamilton, por ejemplo) pero en general sale muy bien parada. Al igual que la trilogía de Batman, excede el nuevo género “película de superhéroes”, con la que podríamos catalogar a las producciones Marvel. En el caso del encapotado, es un policial de tono épico. Nolan nunca ocultó la influencia de Michael Mann en su visión de Gotham. “Man of Steel”, en cambio, es una película de ciencia ficción. De principio a fin. Que hace eje en eso que pocas veces se ha aprovechado en la leyenda de Superman: el primer contacto de la raza humana con seres de otro planeta. No hay duda que ese hecho por sí solo, cambiaría totalmente la historia y nuestra concepción del universo, la espiritualidad y las religiones. La analogía de Kal-El/Jesucristo es un poco tirada de los pelos, es cierto, pero es una forma de tomar nota de algo que siempre fue bastante notorio con respecto al mito del “niño estelar”, como lo llamó Elliot S. Maggin en su novela “Superman: El Ultimo Hijo de Krypton”. Es una aproximación realista, de ser esto posible, a una fantasía creada cuando el mundo era algo totalmente diferente a lo que es hoy.
Y a Zack Snyder, se sabe, no le importa lo que diga la crítica sino lo que digan los fans. Con “300” y “Watchmen” no tenía mucho margen de maniobra y sacó buena nota. La segunda, sensiblemente mejor que la primera (diferencia trasladable a las obras originales, por supuesto), era prácticamente una adaptación literal (sobre todo la primera mitad) del cómic de Alan Moore. En este caso, con un guión original (que tiene cosas de varias historias publicadas en los cómics y algunas invenciones ciertamente interesantes) y la libertad de acción para hacer encuadres, Snyder logra la mejor película de su no tan extensa carrera (y obviamos, deliberadamente, cualquier comentario sobre “Sucker Punch”, que es horrenda). Está claro que lo suyo es la acción, y que si tiene una buena historia, la saca adelante con personalidad. En este caso, haciendo elecciones artísticas acertadas: el uso de cámara al hombro para primeros planos y cierto toque a la Terrence Malick para los flashbacks o el prescindir de uno de sus chiches favoritos: la cámara lenta (que usa exageradamente en películas anteriores) para darle ese vértigo al clímax final (que me temo que en 3D va a parecer exagerado y mareador). Habrá que ver qué tal se lleva con otro tipo de películas, más sencillas y ancladas en la realidad cotidiana, pero si su idea es continuar haciendo esto, que siga tranquilo, lo hace más que bien y ya hay otros directores muy talentosos para dirigir dramas humanos y sencillos.  
Para la segunda entrega (ya en pre-producción y con la alocada idea de estrenarla en diciembre de 2014) podríamos esperar, por fin, una versión de Lex Luthor a la altura de la historia del personaje y no el mero vehículo para el sainete de un actor de lujo (Gene Hackman o Kevin Spacey, por ejemplo) si no un enemigo a temer… En Metropolis, la marca Lexcorp se ve varias veces, lo que nos asegura que al menos los guionistas tienen una idea bastante más actual del personaje (¡¡que en las historietas llegó a ser presidente de Estados Unidos!!). Quizás podamos ver a Brainiac o Metallo (y a la kryptonita) también… Quién sabe. ¿Tendría cabida un Mr. Mxyzptlk o un Juguetero? Aparecerán Cadmus y la galería de personajes creados por Jack Kirby? ¿Tendremos a Darkseid? Lo cierto es que Chris Nolan, David Goyer y Zack Snyder nos han dado un Superman acorde con los nuevos tiempos y que al fin, volvió para quedarse.

Gabriel Costa Ferraro

Man of Steel (USA/Canada/UK 2013) Dirigida por Zack Snyder. Escrita por David Goyer y Christopher Nolan. Con Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Diane Lane, Russell Crowe, Kevin Costner, Antje Traue, Harry Lennix, Richard Schiff,  Christopher Meloni, Laurence Fishburne.