Aún si
fuera el deseo de este cronista el relatar un desapasionado y objetivo racconto
de lo acontecido la noche del jueves 30 de mayo en Luna Park, dicha
empresa sería difícil. Nunca imaginó que 15 años después de la primera vez que
un disco de Yes (“Fragile”, de 1972) atravesara su corazón, cuando aún no tenía
ni el menor atisbo de idea sobre la enorme leyenda que representaba aquella
banda y la huella que había dejado, tendría la oportunidad de verlos en vivo
por primera vez. Para rematarla, tocando en su totalidad tres de los mejores
discos de la historia del que probablemente fue el período de mayor pico
creativo del rock británico y especialmente del rock progresivo: la octava década del siglo veinte, los maravillosos setentas.
Pasados 15
minutos de las 21 comenzó a sonar la tradicional obertura de los shows de Yes:
el final de la suite “El Pájaro de Fuego” de Igor Stravinski. En seguida, la característica introducción de pájaros del comienzo de “Close to the Edge”, la suite que da
nombre al quinto disco de estudio del grupo editado en 1972. Después de un
comienzo bastante dubitativo que puso en alerta a muchos entre las cerca de
7000 personas que colmaron el Luna Park, las cosas empezaron a acomodarse. Cuando
arrancó a cantar Jon Davison (que reemplaza a su histórico tocayo Anderson) iban rápidamente de menos a más con un movedizo Steve Howe a la batuta y
haciendo lo que podríamos llamar, sin temor a equivocarnos, magia sonora con su
variado set de guitarras. “And You And I” fue su primer “tour de force” importante
de la noche. No le iba en zaga otro histórico: el bajista Chris Squire, que si
bien anda un poco pasado de peso, toca y hace sonar sus instrumentos (usó
cuatro o cinco bajos) como solo él sabe. Un maestro. Del trío histórico, el
baterista Alan White es quizás, el único que no está del todo en forma. Los
problemas del comienzo de “Close to the Edge” trajeron a la memoria de muchos
espectadores el pálido recuerdo de la última visita de la banda con el
canadiense Benoit David y Oliver, el hijo de Wakeman. A Alan se lo ve
cansado, pero en líneas generales no llegó a ciertos niveles que demostró en
otros shows de esta gira, donde según los fans no dio pie con bola. Aquí se
notó que su golpe ha perdido fuerza y, sobre todo, precisión. Pero aun así, con
el enorme oficio que tiene sale airoso en líneas generales. Rick Wakeman tampoco
estuvo esta vez y se lo extrañó. Geoff Downes, además de
haber contado con algunos problemas de sonido a lo largo de todo el show, no
tiene ni el virtuosismo ni la familiaridad con el repertorio de Rick, pero
cumple su rol casi sin zozobras. Siguió “Siberian Khatru” y luego Steve anunció el
siguiente álbum que interpretarían; uno que grabaron en 1977 en Suiza.
Siguió, entonces, “Going For The One”. Un gran disco, de los favoritos de los yeseros, que refleja un muy buen momento
de la banda y que estuvo, además, notablemente ejecutado. El tema de apertura, homónimo, sonó
igual que en el disco: pudo apreciarse perfectamente la armonía vocal, que es de una genialidad superlativa. Para
“Turn of the Century”, bellísima, Davison ya se había ganado el respeto y la
admiración de todos por su notable interpretación y además por su onda,
totalmente integrada a la imagen y estética de la banda. Algo que el buen Geoff
tampoco logra, por cierto. Quizás sea porque toca la mayoría del tiempo de espaldas al
público. Siguió “Parallels” y Chris Squire envuelto en llamas con esa línea asesina en el bajo.
“Wonderous Stories”, impresionante lo de Davison. “Awaken”, que muchos
consideran (Jon Anderson incluido) el mejor tema de la historia de la banda,
fue probablemente el momento de mayor trance y conexión de la noche. Squire usó
su bajo de tres mástiles (es en el único tema que lo usa) y había buena vibra,
sin duda, aunque confieso que fue de los temas (el disco entero, en realidad) en
que más se extrañó a Wakeman.
Finalmente, "The Yes
Album" fue, de principio a fin, un golazo de media cancha. O varios. La anécdota divertida es
el furcio de Squire al anunciar el año de lanzamiento del disco: dijo verano
de 1969 cuando fue, en realidad, en 1971 (como apuntó rápidamente Howe sin que su compañero
le diera mucha bolilla). Arrancó entonces con el aire country de “Yours Is No
Disgrace”, el siempre disfrutable solo de Howe en “The Clap”, la magnífica
“Starship Trooper”, “I’ve Seen All Good People” (una que sepamos todos, sin
duda), “A Venture” (nunca tocada en vivo antes de esta gira y una gozada total)
y “Perpetual Change” que fue para quien escribe otro de los momentos de alto
vuelo de una noche memorable. En un momento la banda dividida en dos: por un
lado la base rítmica, Chris y Alan, tocando un riff, por otro lado Steve y
Geoff tocando otro riff… Dos partes del mismo tema sonando superpuestas a la
perfección. De yapa y como bis, una excelente versión de
“Roundabout”, de aquel disco que escuchara hace 15 años, verdadera epifanía
musical, que fue una despedida de lujo para un debut personal con una banda de
cabecera, una de esas que tiene varios discos en la lista para llevarse al espacio
en caso de emergencia.
Gabriel Costa Ferraro
Gabriel Costa Ferraro