24 de julio de 2015

El santo grial de la fusión


Últimamente es moneda corriente encontrar viejos discos de las décadas de 1970 y 1980 en versiones digitalmente remasterizadas para CD o, inclusive, hasta nuevas mezclas de viejas piezas musicales. En el terreno del blues, el jazz y la fusión se están rescatando cosas muy valiosas y Columbia-Legacy (hoy propiedad de Sony Music) relanzó gran parte de su catálogo en nuevas versiones con mucha información en sus librillos y excelentes pistas extra de material que va  desde los legendario Kind of Blue o Bitches Brew de Miles Davis hasta la discografía completa de Stevie Ray Vaughan, por ejemplo.

En noviembre de 1998 el productor Bob Belden comenzó a trabajar en la remasterización de Birds of Fire (1972), el disco mas exitoso de la formación original de la Mahavishnu Orchestra, quinteto integrado por John McLaughlin en guitarra (quien adoptó el nombre de "Mahavishnu" cuando fue discípulo de un gurú oriental llamado Sri Chinmoy, al cual después presentó a Carlos "Devadip" Santana); Jerry Goodman en violines y violas; Jan Hammer en piano y sintetizador, Rick Laird en bajo y el increíble Billy Cobham en batería.

Belden encontró dos cintas sin rotular en un almacén de la Columbia en Los Angeles. La única información que contenían las cintas era su lugar de grabación: Londres. Al escucharlas, descubrió que se trataba del que iba a ser el tercer álbum de estudio de la Mahavishnu, el cual se había grabado en 1973 en momentos de tensión internas que luego derivaron en la ruptura, y se hallaba perdido en los archivos de la compañía, nadie sabe bien cómo o por qué.

The Lost Trident Sessions es, entonces, un nuevo disco de la primera formación de Mahavishnu Orchestra, pero grabado en 1973. El sonido es impecable. Cuarenta minutos de auténtica maravilla que rescatan, sin dudas, el mejor momento musical de este grupo que pasaba por su pico artístico, con giras extensas y agotadoras (¡llegando a tocar todas las noches durante un mes y medio!).

El comienzo del disco es con dos largas y hermosas piezas de McLaughlin; Dream y Trilogy muestran un abanico de atmósferas y explosiones rítmicas que bien podrían remitirse a algunos momentos del rock sinfónico de Yes o el primer King Crimson, destacando el toque vertiginoso de Billy Cobham acoplándose a la perfección a las complejas y veloces escalas de Mahavishnu. En Sister Andrea, un furibundo funk progresivo, destacan los aportes de Hammer, mientras en I Wonder lo hacen los del violinista Goodman sobre una base "loopeada" que da lugar a espectaculares armonías entre éste y la guitarra. En la bellísima Stepping Tones llega el momento de Laird y la obra culmina con John's Song #2, excelente broche de oro con lucimiento especial de McLaughlin y Cobham.

Técnicamente irreprochable y notablemente interpretado, The Lost Trident Sessions fue la última grabación del grupo en estudio ya que el mismo terminó separándose por diferencias entre John McLaughlin y sus compañeros, que pretendían rédito y regalías por igual. Lucha de egos, según el manager Elliott Sears o agotamiento profesional, según el propio Mahavishnu. Finalmente, el tercer disco que por contrato debió presentar la banda a Columbia fue Between Nothingless & Eternity, grabado en vivo en el Central Park de New York.

Aquellos que gusten de la fusión progresiva, la improvisación colectiva y el virtuosismo encontrarán
en The Lost Trident Sessions colmadas todas sus expectativas.

Gabriel Costa Ferraro

Publicada originalmente en el suplemento Culturas del diario El Observador, Montevideo, Uruguay, en julio de 2000.

El ladrillo que faltaba en la pared



The Wall, de Pink Floyd, cuenta la historia de una estrella de rock que agobiado por los recuerdos de su infancia (padre muerto en la segunda guerra mundial, una madre castradora y la humillación que sufría de sus maestros en la escuela) y su vida posterior (un fracaso matrimonial y su transformación en un líder fascista) comienza a construir una pared mental mediante la cual poder aislarse del mundo que tanto daño le había infringido. “Es la historia de Roger Waters” –reconoció Nick Mason- “Nunca me sentí agredido por el público, ya que generalmente los bateristas estamos lejos de él, y admito que me asustó la primera idea de Roger de realizar todo el show detrás de la pared. Afortunadamente cambió de parecer”. Sin embargo, no todos los créditos deben atribuírseles a Roger Waters ya que David Gilmour, guitarrista y cantante, fue muy activo en la composición de partes clave de la obra como lo son Young Lust, Confortably Numb o Run Like Hell. Hay tres etapas en la historia de The Wall: el disco, la puesta en escena en vivo y la película.
Dos de esos tres elementos son de pública notoriedad. El álbum doble fue editado en noviembre de 1979 y la película dirigida por Alan Parker un par de años después. Pero sólo algunos pocos afortunados pudieron disfrutar de los shows presentados (sólo 29) en Inglaterra y Estados Unidos.
Con la salida al mercado de Is There Anybody In There?-The Wall Live 1980-81, el elemento que faltaba de la obra podrá ser disfrutado sólo en parte, ya que el elemento visual queda de lado. Con una edición de lujo (un hermoso libro repleto de fotografías y comentarios de cada uno de los actores del evento) que continúa con la mejor tradición de la banda, Pink Floyd pretende aliviar un poco el dolor de su no-existencia (el último disco en estudio de la banda –sin Waters, que se fue luego de The Final Cut, de 1983- data de 1994).(*) El sonido es sorprendentemente bueno, teniendo en cuenta que fue grabado hace 20 años, y se nota la experta mano de James Guthrie, encargado del sonido en vivo, en el resultado final. Vale recordar que Guthrie también fue el ingeniero de sonido del disco original en el estudio. Es la segunda grabación oficial en vivo de la banda completa (la anterior aparece en el segundo disco del doble Ummagumma) por lo que podemos afirmar que éste es el disco en vivo definitivo de Pink Floyd, ya que ni en Delicate Sound of Thunder ni en Pulse estuvo Roger Waters, quien mantuvo, además, un largo pleito con sus ex compañeros por el uso del nombre de la agrupación.  

Basta escuchar la versión de Confortably Numb y compararla con las de los discos anteriormente nombrados para darse cuenta de la importancia de Roger en el sonido de Pink Floyd.
Queda poco por decir de la obra de Waters que no se haya dicho. El disco recibió duros comentarios de la prensa especializada y la película fue hasta tachada de nihilista y desesperanzada por parte de la crítica cinematográfica, pero llevan más de dos décadas de éxito continuo a nivel artístico y comercial. Waters recibe infinidad de pedidos para la cesión de los derechos a colegios que quieren representar su obra, cediéndolos gustosamente. Si bien la relación con sus ex compañeros no se recompuso (terminó de romper relaciones con Gilmour y Mason luego de The Final Cut y había despedido –y luego contratado como sesionista para la gira- a Rick Wright durante las sesiones del disco) (**) hay quienes aún hoy continúan debatiendo si Pink Floyd siguió vivo o no después de Waters, discusión que no viene al caso analizar ahora y queda relativizada por los hechos. Lo que queda claro al escuchar esta notable grabación en vivo es que The Wall fue la última obra de Pink Floyd. Bon Apetit.

Gabriel Costa Ferraro


Nota publicada originalmente en el suplemento Culturas del diario El Observador de Montevideo, Uruguay, el martes 6 de junio de 2000.

(*) En 2014 Pink Floyd editó lo que fue anunciado por Gilmour y Mason como su “canto del cisne”, su última obra en estudio: The Endless River, basado en grabaciones que Richard Wright (fallecido en septiembre de 2008) había dejado de las sesiones de The Division Bell (1994). 



(**) En 2005 Gilmour, Waters, Wright y Mason se reunieron por primera y única vez luego de su separación para tocar 4 canciones en el evento Live 8. 



23 de julio de 2015

Lluvia de votos en ballotage uruguayo



El domingo amaneció con un diluvio fuerte pero manso, como el paisito. El propio Presidente Mujica manifestó no recordar una elección de estas características meteorológicas, aunque algún veterano militante comentara, más tarde en los festejos, que en 1950 había “llovido fuerte”. Desde que se abrieron las mesas de votación a las ocho de la mañana y hasta entrada la tarde, la lluvia fue protagonista. Un día atípico para lo que se acostumbra vivir en una jornada cívica en Uruguay, asociadas en el inconsciente colectivo a hermosos días primaverales de sol, gente con banderas en los hombros y mucha alegría y respeto. A los uruguayos les encanta votar y viven las elecciones como una fiesta.
Otra curiosidad fue la apática campaña. El inmediato espaldarazo que el candidato del Partido Colorado, Pedro Bordaberry (que pasó de un 17% en 2009 a un magro 13%), le dispensó la misma noche de la elección de octubre al del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou (que mantuvo el 30% de 2009 y estuvo 18 puntos por debajo del Frente Amplio y su mayoría parlamentaria, que las encuestas habían dado como imposible), fue duramente cuestionado puertas adentro de su partido, al punto que tuvieron que aparecer dos ex presidentes colorados, Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle, a ponerle el hombro. El porcentaje obtenido por el hijo de otro ex presidente, Luis Alberto Lacalle Herrera, fiel representante de la derecha uruguaya y sus intereses, fue, sin embargo, recibido con alivio en el seno del nacionalismo que temía no alcanzar el 40%, lo que hubiera sido ciertamente lapidario. Finalmente obtuvo un 41,1% y, desde el parlamento, deberá asumir la responsabilidad de liderar a una oposición que no difiere en mucho del resto de opciones de la derecha latinoamericana: consignas genéricas (“seguridad”, “libertad”, “paz”, “franquesa”) al que es imposible oponerse, pero ideas inconfesables detrás de programas de gobierno inviables sin recurrir a las recetas de ajuste y recorte de políticas sociales que harían retroceder los logros de estos años.
Lo cierto es que, exactamente 34 años después del plebiscito que en 1980 le dijo “No” al proyecto de la dictadura militar para reformar la Constitución e institucionalizar el gobierno de facto, el Frente Amplio, la coalición de izquierda más antigua de la región, alcanzó su tercer gobierno con mayorías parlamentarias propias, un hecho inédito en el país. Obtuvo, además, la mayor diferencia en un balotaje desde que se aplica este sistema. Y Tabaré Vázquez, que pasó el millón doscientos mil votos (53,6%), se convirtió en el presidente más votado de la historia. Luego de conocerse los resultados y de la formal conferencia de prensa en el comando de campaña, subió al escenario ubicado en la Av. 18 de julio frente a la Intendencia Municipal de Montevideo, lo recorrió de un lado a otro y dijo “gracias”. Hubo un expectante silencio y ante la solicitud de la multitud, descargó la frase pronunciada hace 10 años, cuando ganara por primera vez la presidencia, que se ha convertido en caballito de batalla para frenteamplistas y objeto de burla para opositores: “Festejen, uruguayos, festejen, que la victoria es de ustedes”.

Gabriel Costa Ferraro

Publicada originalmente en "El eslabón" de Rosario, Argentina, el sábado 6 de diciembre de 2014.