El domingo
amaneció con un diluvio fuerte pero manso, como el paisito. El propio Presidente
Mujica manifestó no recordar una elección de estas características
meteorológicas, aunque algún veterano militante comentara, más tarde en los
festejos, que en 1950 había “llovido fuerte”. Desde que se abrieron las mesas
de votación a las ocho de la mañana y hasta entrada la tarde, la lluvia fue protagonista.
Un día atípico para lo que se acostumbra vivir en una jornada cívica en
Uruguay, asociadas en el inconsciente colectivo a hermosos días primaverales de
sol, gente con banderas en los hombros y mucha alegría y respeto. A los
uruguayos les encanta votar y viven las elecciones como una fiesta.
Otra
curiosidad fue la apática campaña. El inmediato espaldarazo que el candidato
del Partido Colorado, Pedro Bordaberry (que pasó de un 17% en 2009 a un magro
13%), le dispensó la misma noche de la elección de octubre al del Partido
Nacional, Luis Lacalle Pou (que mantuvo el 30% de 2009 y estuvo 18 puntos por
debajo del Frente Amplio y su mayoría parlamentaria, que las encuestas habían
dado como imposible), fue duramente cuestionado puertas adentro de su partido,
al punto que tuvieron que aparecer dos ex presidentes colorados, Julio María
Sanguinetti y Jorge Batlle, a ponerle el hombro. El porcentaje obtenido por el
hijo de otro ex presidente, Luis Alberto Lacalle Herrera, fiel representante de
la derecha uruguaya y sus intereses, fue, sin embargo, recibido con alivio en
el seno del nacionalismo que temía no alcanzar el 40%, lo que hubiera sido
ciertamente lapidario. Finalmente obtuvo un 41,1% y, desde el parlamento,
deberá asumir la responsabilidad de liderar a una oposición que no difiere en
mucho del resto de opciones de la derecha latinoamericana: consignas genéricas
(“seguridad”, “libertad”, “paz”, “franquesa”) al que es imposible oponerse,
pero ideas inconfesables detrás de programas de gobierno inviables sin recurrir
a las recetas de ajuste y recorte de políticas sociales que harían retroceder
los logros de estos años.
Lo cierto es
que, exactamente 34 años después del plebiscito que en 1980 le dijo “No” al
proyecto de la dictadura militar para reformar la Constitución e
institucionalizar el gobierno de facto, el Frente Amplio, la coalición de
izquierda más antigua de la región, alcanzó su tercer gobierno con mayorías
parlamentarias propias, un hecho inédito en el país. Obtuvo, además, la mayor
diferencia en un balotaje desde que se aplica este sistema. Y Tabaré Vázquez,
que pasó el millón doscientos mil votos (53,6%), se convirtió en el presidente
más votado de la historia. Luego de conocerse los resultados y de la formal
conferencia de prensa en el comando de campaña, subió al escenario ubicado en
la Av. 18 de julio frente a la Intendencia Municipal de Montevideo, lo recorrió
de un lado a otro y dijo “gracias”. Hubo un expectante silencio y ante la solicitud
de la multitud, descargó la frase pronunciada hace 10 años, cuando ganara por
primera vez la presidencia, que se ha convertido en caballito de batalla para
frenteamplistas y objeto de burla para opositores: “Festejen, uruguayos,
festejen, que la victoria es de ustedes”.
Gabriel Costa Ferraro
Gabriel Costa Ferraro
Publicada originalmente en "El eslabón" de Rosario, Argentina, el sábado 6 de diciembre de 2014.
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