Correr, saltar… tal vez volar
No hay cosa que no haga Tom Cruise en esta cuarta entrega de la saga Misión imposible. Como coproductor se nota que ha tenido carta blanca para demostrar que, a sus 48 años muy bien llevados, puede todavía posar como un joven capaz de ponerse toda la película sobre sus hombros (cosa que hace años es habitual en él), exigir que no se usen dobles en las escenas de acción y probar que su vigencia como estrella está intacta como para seguir siendo un poderoso imán de taquilla: el presupuesto del filme fue estimado en U$S 140 millones y recaudó, tras las fiestas navideñas, más de U$S 78 millones solo en EEUU, luego de su estreno el 18 de diciembre.
Lo cierto es que Cruise no luce muy diferente a cuando interpretó por primera vez al agente secreto Ethan Hunt en 1996, dando comienzo a la saga de aventuras inspirada en aquella exitosa serie de TV de Bruce Geller. Aunque los personajes no sean los mismos y las películas se apoyen casi exclusivamente en la fuerza que les imprime Cruise, los tres títulos anteriores, dirigidos por realizadores especialistas en el género (Brian de Palma en 1996, John Woo en 2000 y J.J. Abrams en 2006) han mantenido un estilo coherente, con un par de elementos clásicos como el tema musical de Lalo Schifrin y la recordada frase “esta grabación se autodestruirá en cinco segundos”. También han utilizado el humor como resorte ineludible, ya que los disparatados inventos técnicos y las extremas situaciones de peligro no podrían de manera alguna tomarse en serio y nadie pretende que eso ocurra.
Todo es un juego, ingenioso sí pero un juego al fin, que requiere del espectador cierta dosis de complicidad para dejarse llevar por la trama sin cuestionar su lógica interna, que no tiene nada que ver con la realidad sino con un universo de espías exclusivamente cinematográfico, similar al de la saga James Bond y netamente opuesto al sórdido mundo de Jason Bourne, por ejemplo. Es pura diversión, justamente la que los nuevos efectos especiales han dotado de un artificio espectacular porque permiten hacer creer lo imposible, como que Cruise está realmente escalando la torre Burj Khalifa de Dubai, la más alta del mundo, toda cubierta de vidrio y sin ningún borde de donde agarrarse, redonda y sin ángulos visibles donde afirmarse. Hay que verlo para creerlo. ¿Y sin doble de riesgo? Todavía me sudan las manos.
El asunto comienza cuando una bomba destruye parte del Kremlin y las sospechas rusas recaen en la gente del IMF, por lo cual el Departamento de Inteligencia le retira el apoyo oficial y el grupo debe actuar por su cuenta, tratando de lavar su nombre. Alguien muy escurridizo (Michael Nyqvist, el de la saga “Millenium”) intenta desatar una guerra nuclear entre Rusia y EEUU, por lo que el presidente norteamericano pone en marcha el “Protocolo fantasma”. Las correrías de Hunt no tienen entonces respiro, atravesando el mundo tras el terrorista con una escena culminante en Dubai y el único apoyo del reducido grupo integrado apenas por otras tres personas: el experto en computación Benji (Simon Pegg), capaz de manipular cualquier sistema de seguridad, la seductora Jane (Paula Patton), que piensa y pega con similar eficacia, y el enigmático Brandt (Jeremy Renner), que dice ser especialista en decodificar claves secretas pero esconde algo más. El plato está servido y sobran los ingredientes.
Para qué querría alguien iniciar una guerra nuclear y qué beneficio obtendría de ello es algo que se sabrá a su debido tiempo, luego de encuentros y desencuentros, engaños y contraengaños, tormentas de arena y luchas a brazo partido en un parking de varios pisos, con elevadores que portan autos de un lugar a otro y provocan caídas y aterrizajes que cortan el aliento. Las escenas de acción no parecen detenerse nunca y los escasos momentos de respiro sirven únicamente para plantear nuevos motivos de intriga que complican más las cosas. Y como todo depende de la urgencia por detener los planes de aniquilación de un loco, la velocidad se convierte en elemento primordial para que todo avance con ritmo trepidante. Quienes han visto las proyecciones en IMAX (solamente en las grandes ciudades del mundo) afirman que el resultado es doblemente impactante.
Para dirigir este capítulo de la redituable franquicia se eligió nada menos que a Brad Bird, un hombre que no había hecho antes ninguna película con actores reales porque se dedicaba al cine de animación, con títulos como “Los Increíbles” y “Ratatouille”. De acuerdo con esos antecedentes, Bird se muestra muy competente, porque allí también había mucha acción, y de la buena. Algunos dirán que en este tipo de entretenimientos el director es lo de menos, porque todo se planifica y ejecuta según reglas preestablecidas. Puede ser, pero todo mecanismo de relojería necesita de un experto que lo mantenga al ritmo adecuado, para que funcione fluidamente sin baches ni tropezones. Mientras Tom Cruise se encarga de correr, saltar y hasta volar, Bird se ocupa de que no se caiga, y ese trabajo sí que debió ser extenuante.
“Misión imposible: Protocolo fantasma” (“Mission: Impossible - Ghost Protocol”) EEUU, 2011. Dirigida por Brad Bird. Escrita por Josh Appelbaum y André Nemec, sobre la serie de TV creada por Bruce Geller. Con Tom Cruise, Jeremy Renner, Simon Pegg, Paula Patton, Michael Nyqvist, Vladimir Mashkov, Anil Kapoor, Léa Seydoux, Tom Wilkinson. Duración: 133 minutos.
Publicada originalmente en el semanario "Búsqueda", Montevideo, Uruguay
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