Este año, el primer superhéroe de
la historia del cómic norteamericano cumple 75 años de haber sido publicado por
primera vez en las páginas de “Action Comics #1”, en junio de 1938. Miles de
revistas de historietas, series de radio y TV, películas y todo tipo de productos
de merchandising han convertido al
personaje en un símbolo, un ícono cultural. Amado y odiado (para muchos
representa al imperialismo y el “modo de vida americano” capitalista y
depredador, para otros es un boy scout con calzoncillo por afuera del pantalón),
la historia del personaje en la pantalla es intensa y con resultados desparejos,
siendo unánimemente el largometraje de 1978, dirigido por Richard Donner y
protagonizado por Christopher Reeve, su versión definitiva en el imaginario
popular. Aquella superproducción independiente de Alexander e Ilya
Salkind y distribuida por Warner Bros., ya tenía la ambición de la franquicia. El
guión del renombrado Mario Puzo (El Padrino) era un mamotreto infilmable, pero
Donner se las arregló para separar el guión en dos y planificar dos películas.
Lamentablemente, terminando la edición de la primera, los hermanos Salkind lo
despidieron por problemas personales. Eso provocó una catástrofe: Gene Hackman
se negó a volver al set de filmación y Richard Lester (el conocido director
inglés de “A Hard Day’s Night” y “Help”), que fue nombrado su sustituto, debió
filmar de nuevo algunas escenas con un doble que aparecía de espaldas (todas las
escenas de Gene Hackman en Superman II son dirigidas por Donner, como más de la
mitad de la película), le cambió el final y se eliminó el papel de Marlon Brando
(que repetía su rol de Jor-El) por cuestiones presupuestarias. En definitiva, a
partir de allí, la franquicia se fue al garote y sólo el encanto y la personalidad
de Christopher Reeve pudo salvarla del escarnio total. La tercera entrega,
dirigida por Lester, era una comedia de aventuras para niños con severas
inconsistencias de guión (aunque muy divertida si se ve en plan farra) y la
cuarta, dirigida por Syndey J.Furie era un horror de tal magnitud que aun
cortándole media hora fue insalvable. Ni los efectos especiales eran
medianamente decentes. Franquicia enterrada.
En 2006, la Warner, motivada por
los éxitos de Marvel con X-Men y
Spider-Man y luego de la excelente y exitosa “Batman Inicia” (Christopher
Nolan, 2005) decidieron relanzar Superman, justamente dándole la dirección al
hombre responsable de X-Men: Bryan Singer (“Los Sospechosos de Siempre”, “El
Aprendiz”). Lamentablemente, el guión de Michael Dougherty y Dan Harris decidió
ignorar que Superman había cambiado muchísimo desde la versión “silver age”
(por la Edad de plata de los cómics, décadas del 60 y 70) de fines de los 70 y
que a mediados de los 80 había pasado por una impresionante reformulación que
había cambiado al personaje enriqueciéndolo mucho. John Byrne, dibujante
estrella de los X-Men a principios de aquella década, fue el encargado de
llevar adelante aquella reestructuración. ¿Habrán creído que Bryan tenía el “toque
Byrne”?
La gran decepción de “Superman
Regresa” es el hecho de que no se trata de un relanzamiento de la franquicia,
sino del final de la anterior. Y un final bastante soso e innecesario, además.
Y para peor, Brandon Routh tenía menos carisma que un adoquín, Kate Bosworth no
se parecía en nada a Lois Lane (no se trata de lo físico, se trata de
personalidad) y todo el argumento era un reciclaje de la primera película de
Donner, con la misma música (la clásica e inigualable partitura de John
Williams), la misma secuencia de créditos y hasta las mismas escenas en los
mismos lugares. Una secuela remake. No podía funcionar. La mejor escena de la
película, encima, la cortaron (Superman viajando a Krypton y encontrando el
lugar donde estaba ubicado el planeta) y probablemente lo más rescatable sea el cínico Lex Luthor de Kevin Spacey, que fue el único que decidió divertirse
un rato. Las audiencias quedaron indiferentes y los fans muy decepcionados con
la ridícula vuelta de tuerca del final, intentando cerrar un círculo que de
movida estaba mal dibujado.
Cuando
se estrenó la segunda entrega de la trilogía de Batman de Christopher Nolan (“El
Caballero de la Noche”, 2008) ya se hablaba en voz alta de relanzar la
franquicia de Superman. Debido al éxito cosechado
con las dos primeras entregas del Hombre Murciélago, la Warner convocó a Chris
Nolan y David Goyer (director y guionistas de éstas) que comenzaron a escribir
una historia en consecuencia. Muchos directores estuvieron en la picota (Nolan
nunca fue opción, ya que estaba trabajando en “El Caballero de la Noche
Asciende”): Darren Aronofsky, Duncan
Jones, Ben Affleck, Tony Scott, Matt Reeves y Jonathan Liebesman estuvieron en
la lista pero finalmente recayó en manos de Zack Snyder que en los últimos años
se ganó un merecido prestigio adaptando novelas gráficas a la pantalla grande,
como “300” de Frank Miller y “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons, con
admirable exactitud.
Tantos años después y con mucha expectativa
motivada por rumores, clips y trailers (difundidos estratégicamente en el
tiempo para acrecentar la novelería del fan) llegó la hora de ver el resultado.
En este caso, decidimos prescindir de los artificios del cine moderno y vimos
la película en pantalla normal y en 2D. Si funciona así, funciona.
Y vaya si funciona. “El Hombre de
Acero”, es, sin duda, la mejor versión jamás plasmada en la pantalla de los
mitos de Superman. Que son muchos e imposibles de abarcar en dos horas y poco y
está claro que la película es el prólogo de algo mayor, como lo era “Batman
Inicia”. El guión decide respetar la esencia de los personajes, algo que en las
adaptaciones cinematográficas de DC siempre fue demasiado aleatorio. Y los
personajes funcionan porque están notablemente interpretados.
Arrancamos en Krypton (¿dónde si
no?), donde como es sabido, el científico Jor-El (Russell Crowe) advierte a la
tecnocracia gobernante que el planeta tiene los días contados mientras el
subversivo General Zod (Michael Shannon, que construye al que es, quizás, el
personaje más sólido de la cinta) falla en su intento de golpe de estado y es
enviado a la Zona Fantasma con su ejército renegado. Pero Jor-El logra mandar a
su hijo recién nacido, Kal-El, en una nave a la Tierra, donde además de
salvarlo del cataclismo, le asegura una vida de semi-Dios en ese minúsculo planeta
bañado por la radiación de su joven estrella amarilla. Todo este prólogo está
narrado con un ritmo trepidante, si bien alguna elipsis puede parecer brusca, y
el Krypton que vemos es muy distinto al que conocimos en 1978, aquel páramo
helado y blanco, sin fauna ni flora. Este Krypton rebosa vida, lo cual hace aún
más trágico su desenlace. El Jor-El de Russell Crowe es incluso más interesante
que cualquiera de sus versiones en historieta, al igual que Lara (Ayelet
Zurer).
A partir de la llegada del cohete
a la Tierra la narración se sitúa en el presente y por medio de oportunos flashbacks vamos conociendo a Clark
Kent, un nenito asustado porque no puede controlar lo que le pasa y necesita
mucha contención de su mamá Martha (Diane Lane) y de su papá Jonathan (Kevin
Costner), sobre todo cuando llega la adolescencia y aparecen los compañeros patoteros
y situaciones que en un pibe normal llevarían a reacciones que en este caso particular
terminarían en tragedia. Las tres o cuatro escenas de Kevin Costner y Diane
Lane son de alto contenido dramático y emocional y son fundamentales para
establecer vínculos con ese muchachito que en el presente deambula buscando su
destino. En estos dos personajes radica la humanidad de Kal y por qué es quien
es hoy. Y acá llega el momento de detenerse un poco en Henry Cavill. Qué
difícil agarrar un personaje tan identificado con otro actor como
Clark/Superman está atado a la memoria de Christopher Reeve. El tema es que,
sencillamente, el Clark Kent que construye Cavill es otro. Tiene muchos
vínculos con el Clark de John Byrne en los 80. Entonces no nace comparación
posible: no existe el “tímido” reportero de modales suaves y voz aflautada. De
hecho, no existe (aún) el reportero. Estamos situados en otro momento de la
historia del personaje que, sin haber siquiera descubierto su herencia, es
muchísimo más sustancioso que aquel caricaturesco descripto por Mario Puzo. Es
un muchacho atribulado, con enormes dudas de identidad. Y cuando le toca
colgarse la capa, es un Superman a la altura de estas circunstancias: inseguro, heroico, todavía demasiado humano.
O demasiado inconsciente de su poder. A no esperar a un canchero de sonrisita y
jopo. Falta para eso. Acá ni siquiera ha sido bautizado con su nombre de batalla. Apenas si se dice una vez esa palabra, casi al azar.
En paralelo tenemos a Lois Lane
(Amy Adams, divina) que anda tras los pasos de este misterioso hombre que
realiza hazañas imposibles y desaparece sin rastro, mientras su editor en el
diario “El Planeta”, Perry White (Laurence Fishburne… si, White es negro… ¿y qué?)
le advierte que no puede publicar cualquier cosa sin pruebas fehacientes, por más
Pulitzer que haya ganado, y menos si los militares niegan todo. Y allí anda también Steve Lombard (Michael
Kelly) por la redacción del diario, aunque ciertamente extrañamos bastante a
Jimmy Olsen.
Un gran acierto el de Amy Adams.
Es Lois. Cada palabra y cada acción típica de Lois Lane. El hecho de que sea
pelirroja (y que Lana Lang sea morocha, al revés del pepino) no cambia en nada
que es la mejor Lois Lane desde la que hizo Teri Hatcher en la comedia de TV “Lois
& Clark”. Y que su personaje aún tiene mucho por desarrollar, así como su
relación con Clark, que sorprenderá a más de uno.
Clark entonces, descubre su
herencia por partida doble. Es Kal-El, del planeta Krypton y un tal General Zod
acaba de darle un ultimátum a la Tierra para que se lo entreguen so pena de destrucción
total. Y a partir de allí, se desata lo
que el público de un blockbuster de verano/invierno (según el hemisferio)
quiere ver: acción a carradas y sin un segundo de respiro.
La película, por supuesto, no es
perfecta ni mucho menos. Tiene algunos (pocos) altibajos de ritmo y personajes algo
desaprovechados (como Emil Hamilton, por ejemplo) pero en general sale muy bien
parada. Al igual que la trilogía de Batman, excede el nuevo género “película de
superhéroes”, con la que podríamos catalogar a las producciones Marvel. En el
caso del encapotado, es un policial de tono épico. Nolan nunca ocultó la
influencia de Michael Mann en su visión de Gotham. “Man of Steel”, en cambio,
es una película de ciencia ficción. De principio a fin. Que hace eje en eso que
pocas veces se ha aprovechado en la leyenda de Superman: el primer contacto de
la raza humana con seres de otro planeta. No hay duda que ese hecho por sí
solo, cambiaría totalmente la historia y nuestra concepción del universo, la
espiritualidad y las religiones. La analogía de Kal-El/Jesucristo es un poco
tirada de los pelos, es cierto, pero es una forma de tomar nota de algo que siempre
fue bastante notorio con respecto al mito del “niño estelar”, como lo llamó
Elliot S. Maggin en su novela “Superman: El Ultimo Hijo de Krypton”. Es una
aproximación realista, de ser esto posible, a una fantasía creada cuando el
mundo era algo totalmente diferente a lo que es hoy.
Y a Zack Snyder, se sabe, no le
importa lo que diga la crítica sino lo que digan los fans. Con “300” y “Watchmen”
no tenía mucho margen de maniobra y sacó buena nota. La segunda, sensiblemente
mejor que la primera (diferencia trasladable a las obras originales, por
supuesto), era prácticamente una adaptación literal (sobre todo la primera
mitad) del cómic de Alan Moore. En este caso, con un guión original (que tiene
cosas de varias historias publicadas en los cómics y algunas invenciones
ciertamente interesantes) y la libertad de acción para hacer encuadres, Snyder
logra la mejor película de su no tan extensa carrera (y obviamos,
deliberadamente, cualquier comentario sobre “Sucker Punch”, que es horrenda). Está
claro que lo suyo es la acción, y que si tiene una buena historia, la saca
adelante con personalidad. En este caso, haciendo elecciones artísticas acertadas:
el uso de cámara al hombro para primeros planos y cierto toque a la Terrence Malick
para los flashbacks o el prescindir de uno de sus chiches favoritos: la cámara
lenta (que usa exageradamente en películas anteriores) para darle ese vértigo
al clímax final (que me temo que en 3D va a parecer exagerado y mareador). Habrá
que ver qué tal se lleva con otro tipo de películas, más sencillas y ancladas
en la realidad cotidiana, pero si su idea es continuar haciendo esto, que siga
tranquilo, lo hace más que bien y ya hay otros directores muy talentosos para
dirigir dramas humanos y sencillos.
Para la segunda entrega (ya en pre-producción
y con la alocada idea de estrenarla en diciembre de 2014) podríamos esperar,
por fin, una versión de Lex Luthor a la altura de la historia del personaje y
no el mero vehículo para el sainete de un actor de lujo (Gene Hackman o Kevin
Spacey, por ejemplo) si no un enemigo a temer… En Metropolis, la marca
Lexcorp se ve varias veces, lo que nos asegura que al menos los guionistas tienen
una idea bastante más actual del personaje (¡¡que en las historietas llegó a
ser presidente de Estados Unidos!!). Quizás podamos ver a Brainiac o Metallo (y
a la kryptonita) también… Quién sabe. ¿Tendría cabida un Mr. Mxyzptlk o un
Juguetero? Aparecerán Cadmus y la galería de personajes creados por Jack Kirby?
¿Tendremos a Darkseid? Lo cierto es que Chris Nolan, David Goyer y Zack Snyder
nos han dado un Superman acorde con los nuevos tiempos y que al fin, volvió para
quedarse.
Gabriel Costa Ferraro
Man of Steel (USA/Canada/UK 2013) Dirigida por
Zack Snyder. Escrita por David Goyer y Christopher Nolan. Con Henry Cavill, Amy
Adams, Michael Shannon, Diane Lane, Russell Crowe, Kevin Costner, Antje Traue, Harry Lennix, Richard
Schiff, Christopher Meloni, Laurence
Fishburne.