18 de junio de 2013

El Hombre de Acero, dirigida por Zack Snyder













Este año, el primer superhéroe de la historia del cómic norteamericano cumple 75 años de haber sido publicado por primera vez en las páginas de “Action Comics #1”, en junio de 1938. Miles de revistas de historietas, series de radio y TV, películas y todo tipo de productos de merchandising han convertido al personaje en un símbolo, un ícono cultural. Amado y odiado (para muchos representa al imperialismo y el “modo de vida americano” capitalista y depredador, para otros es un boy scout con calzoncillo por afuera del pantalón), la historia del personaje en la pantalla es intensa y con resultados desparejos, siendo unánimemente el largometraje de 1978, dirigido por Richard Donner y protagonizado por Christopher Reeve, su versión definitiva en el imaginario popular. Aquella superproducción independiente de Alexander e Ilya Salkind y distribuida por Warner Bros., ya tenía la ambición de la franquicia. El guión del renombrado Mario Puzo (El Padrino) era un mamotreto infilmable, pero Donner se las arregló para separar el guión en dos y planificar dos películas. Lamentablemente, terminando la edición de la primera, los hermanos Salkind lo despidieron por problemas personales. Eso provocó una catástrofe: Gene Hackman se negó a volver al set de filmación y Richard Lester (el conocido director inglés de “A Hard Day’s Night” y “Help”), que fue nombrado su sustituto, debió filmar de nuevo algunas escenas con un doble que aparecía de espaldas (todas las escenas de Gene Hackman en Superman II son dirigidas por Donner, como más de la mitad de la película), le cambió el final y se eliminó el papel de Marlon Brando (que repetía su rol de Jor-El) por cuestiones presupuestarias. En definitiva, a partir de allí, la franquicia se fue al garote y sólo el encanto y la personalidad de Christopher Reeve pudo salvarla del escarnio total. La tercera entrega, dirigida por Lester, era una comedia de aventuras para niños con severas inconsistencias de guión (aunque muy divertida si se ve en plan farra) y la cuarta, dirigida por Syndey J.Furie era un horror de tal magnitud que aun cortándole media hora fue insalvable. Ni los efectos especiales eran medianamente decentes. Franquicia enterrada.

En 2006, la Warner, motivada por los éxitos de Marvel  con X-Men y Spider-Man y luego de la excelente y exitosa “Batman Inicia” (Christopher Nolan, 2005) decidieron relanzar Superman, justamente dándole la dirección al hombre responsable de X-Men: Bryan Singer (“Los Sospechosos de Siempre”, “El Aprendiz”). Lamentablemente, el guión de Michael Dougherty y Dan Harris decidió ignorar que Superman había cambiado muchísimo desde la versión “silver age” (por la Edad de plata de los cómics, décadas del 60 y 70) de fines de los 70 y que a mediados de los 80 había pasado por una impresionante reformulación que había cambiado al personaje enriqueciéndolo mucho. John Byrne, dibujante estrella de los X-Men a principios de aquella década, fue el encargado de llevar adelante aquella reestructuración. ¿Habrán creído que Bryan tenía el “toque Byrne”?
La gran decepción de “Superman Regresa” es el hecho de que no se trata de un relanzamiento de la franquicia, sino del final de la anterior. Y un final bastante soso e innecesario, además. Y para peor, Brandon Routh tenía menos carisma que un adoquín, Kate Bosworth no se parecía en nada a Lois Lane (no se trata de lo físico, se trata de personalidad) y todo el argumento era un reciclaje de la primera película de Donner, con la misma música (la clásica e inigualable partitura de John Williams), la misma secuencia de créditos y hasta las mismas escenas en los mismos lugares. Una secuela remake. No podía funcionar. La mejor escena de la película, encima, la cortaron (Superman viajando a Krypton y encontrando el lugar donde estaba ubicado el planeta) y probablemente lo más rescatable sea el cínico Lex Luthor de Kevin Spacey, que fue el único que decidió divertirse un rato. Las audiencias quedaron indiferentes y los fans muy decepcionados con la ridícula vuelta de tuerca del final, intentando cerrar un círculo que de movida estaba mal dibujado.
                Cuando se estrenó la segunda entrega de la trilogía de Batman de Christopher Nolan (“El Caballero de la Noche”, 2008) ya se hablaba en voz alta de relanzar la franquicia de Superman.  Debido al éxito cosechado con las dos primeras entregas del Hombre Murciélago, la Warner convocó a Chris Nolan y David Goyer (director y guionistas de éstas) que comenzaron a escribir una historia en consecuencia. Muchos directores estuvieron en la picota (Nolan nunca fue opción, ya que estaba trabajando en “El Caballero de la Noche Asciende”):  Darren Aronofsky, Duncan Jones, Ben Affleck, Tony Scott, Matt Reeves y Jonathan Liebesman estuvieron en la lista pero finalmente recayó en manos de Zack Snyder que en los últimos años se ganó un merecido prestigio adaptando novelas gráficas a la pantalla grande, como “300” de Frank Miller y “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons, con admirable exactitud.
Tantos años después y con mucha expectativa motivada por rumores, clips y trailers (difundidos estratégicamente en el tiempo para acrecentar la novelería del fan) llegó la hora de ver el resultado. En este caso, decidimos prescindir de los artificios del cine moderno y vimos la película en pantalla normal y en 2D. Si funciona así, funciona.
Y vaya si funciona. “El Hombre de Acero”, es, sin duda, la mejor versión jamás plasmada en la pantalla de los mitos de Superman. Que son muchos e imposibles de abarcar en dos horas y poco y está claro que la película es el prólogo de algo mayor, como lo era “Batman Inicia”. El guión decide respetar la esencia de los personajes, algo que en las adaptaciones cinematográficas de DC siempre fue demasiado aleatorio. Y los personajes funcionan porque están notablemente interpretados.
Arrancamos en Krypton (¿dónde si no?), donde como es sabido, el científico Jor-El (Russell Crowe) advierte a la tecnocracia gobernante que el planeta tiene los días contados mientras el subversivo General Zod (Michael Shannon, que construye al que es, quizás, el personaje más sólido de la cinta) falla en su intento de golpe de estado y es enviado a la Zona Fantasma con su ejército renegado. Pero Jor-El logra mandar a su hijo recién nacido, Kal-El, en una nave a la Tierra, donde además de salvarlo del cataclismo, le asegura una vida de semi-Dios en ese minúsculo planeta bañado por la radiación de su joven estrella amarilla. Todo este prólogo está narrado con un ritmo trepidante, si bien alguna elipsis puede parecer brusca, y el Krypton que vemos es muy distinto al que conocimos en 1978, aquel páramo helado y blanco, sin fauna ni flora. Este Krypton rebosa vida, lo cual hace aún más trágico su desenlace. El Jor-El de Russell Crowe es incluso más interesante que cualquiera de sus versiones en historieta, al igual que Lara (Ayelet Zurer).
A partir de la llegada del cohete a la Tierra la narración se sitúa en el presente y por medio de oportunos flashbacks vamos conociendo a Clark Kent, un nenito asustado porque no puede controlar lo que le pasa y necesita mucha contención de su mamá Martha (Diane Lane) y de su papá Jonathan (Kevin Costner), sobre todo cuando llega la adolescencia y aparecen los compañeros patoteros y situaciones que en un pibe normal llevarían a reacciones que en este caso particular terminarían en tragedia. Las tres o cuatro escenas de Kevin Costner y Diane Lane son de alto contenido dramático y emocional y son fundamentales para establecer vínculos con ese muchachito que en el presente deambula buscando su destino. En estos dos personajes radica la humanidad de Kal y por qué es quien es hoy. Y acá llega el momento de detenerse un poco en Henry Cavill. Qué difícil agarrar un personaje tan identificado con otro actor como Clark/Superman está atado a la memoria de Christopher Reeve. El tema es que, sencillamente, el Clark Kent que construye Cavill es otro. Tiene muchos vínculos con el Clark de John Byrne en los 80. Entonces no nace comparación posible: no existe el “tímido” reportero de modales suaves y voz aflautada. De hecho, no existe (aún) el reportero. Estamos situados en otro momento de la historia del personaje que, sin haber siquiera descubierto su herencia, es muchísimo más sustancioso que aquel caricaturesco descripto por Mario Puzo. Es un muchacho atribulado, con enormes dudas de identidad. Y cuando le toca colgarse la capa, es un Superman a la altura de estas circunstancias: inseguro, heroico, todavía demasiado humano. O demasiado inconsciente de su poder. A no esperar a un canchero de sonrisita y jopo. Falta para eso. Acá ni siquiera ha sido bautizado con su nombre de batalla. Apenas si se dice una vez esa palabra, casi al azar.

En paralelo tenemos a Lois Lane (Amy Adams, divina) que anda tras los pasos de este misterioso hombre que realiza hazañas imposibles y desaparece sin rastro, mientras su editor en el diario “El Planeta”, Perry White (Laurence Fishburne… si, White es negro… ¿y qué?) le advierte que no puede publicar cualquier cosa sin pruebas fehacientes, por más Pulitzer que haya ganado, y menos si los militares niegan todo.  Y allí anda también Steve Lombard (Michael Kelly) por la redacción del diario, aunque ciertamente extrañamos bastante a Jimmy Olsen.
Un gran acierto el de Amy Adams. Es Lois. Cada palabra y cada acción típica de Lois Lane. El hecho de que sea pelirroja (y que Lana Lang sea morocha, al revés del pepino) no cambia en nada que es la mejor Lois Lane desde la que hizo Teri Hatcher en la comedia de TV “Lois & Clark”. Y que su personaje aún tiene mucho por desarrollar, así como su relación con Clark, que sorprenderá a más de uno.
Clark entonces, descubre su herencia por partida doble. Es Kal-El, del planeta Krypton y un tal General Zod acaba de darle un ultimátum a la Tierra para que se lo entreguen so pena de destrucción total.  Y a partir de allí, se desata lo que el público de un blockbuster de verano/invierno (según el hemisferio) quiere ver: acción a carradas y sin un segundo de respiro.
La película, por supuesto, no es perfecta ni mucho menos. Tiene algunos (pocos) altibajos de ritmo y personajes algo desaprovechados (como Emil Hamilton, por ejemplo) pero en general sale muy bien parada. Al igual que la trilogía de Batman, excede el nuevo género “película de superhéroes”, con la que podríamos catalogar a las producciones Marvel. En el caso del encapotado, es un policial de tono épico. Nolan nunca ocultó la influencia de Michael Mann en su visión de Gotham. “Man of Steel”, en cambio, es una película de ciencia ficción. De principio a fin. Que hace eje en eso que pocas veces se ha aprovechado en la leyenda de Superman: el primer contacto de la raza humana con seres de otro planeta. No hay duda que ese hecho por sí solo, cambiaría totalmente la historia y nuestra concepción del universo, la espiritualidad y las religiones. La analogía de Kal-El/Jesucristo es un poco tirada de los pelos, es cierto, pero es una forma de tomar nota de algo que siempre fue bastante notorio con respecto al mito del “niño estelar”, como lo llamó Elliot S. Maggin en su novela “Superman: El Ultimo Hijo de Krypton”. Es una aproximación realista, de ser esto posible, a una fantasía creada cuando el mundo era algo totalmente diferente a lo que es hoy.
Y a Zack Snyder, se sabe, no le importa lo que diga la crítica sino lo que digan los fans. Con “300” y “Watchmen” no tenía mucho margen de maniobra y sacó buena nota. La segunda, sensiblemente mejor que la primera (diferencia trasladable a las obras originales, por supuesto), era prácticamente una adaptación literal (sobre todo la primera mitad) del cómic de Alan Moore. En este caso, con un guión original (que tiene cosas de varias historias publicadas en los cómics y algunas invenciones ciertamente interesantes) y la libertad de acción para hacer encuadres, Snyder logra la mejor película de su no tan extensa carrera (y obviamos, deliberadamente, cualquier comentario sobre “Sucker Punch”, que es horrenda). Está claro que lo suyo es la acción, y que si tiene una buena historia, la saca adelante con personalidad. En este caso, haciendo elecciones artísticas acertadas: el uso de cámara al hombro para primeros planos y cierto toque a la Terrence Malick para los flashbacks o el prescindir de uno de sus chiches favoritos: la cámara lenta (que usa exageradamente en películas anteriores) para darle ese vértigo al clímax final (que me temo que en 3D va a parecer exagerado y mareador). Habrá que ver qué tal se lleva con otro tipo de películas, más sencillas y ancladas en la realidad cotidiana, pero si su idea es continuar haciendo esto, que siga tranquilo, lo hace más que bien y ya hay otros directores muy talentosos para dirigir dramas humanos y sencillos.  
Para la segunda entrega (ya en pre-producción y con la alocada idea de estrenarla en diciembre de 2014) podríamos esperar, por fin, una versión de Lex Luthor a la altura de la historia del personaje y no el mero vehículo para el sainete de un actor de lujo (Gene Hackman o Kevin Spacey, por ejemplo) si no un enemigo a temer… En Metropolis, la marca Lexcorp se ve varias veces, lo que nos asegura que al menos los guionistas tienen una idea bastante más actual del personaje (¡¡que en las historietas llegó a ser presidente de Estados Unidos!!). Quizás podamos ver a Brainiac o Metallo (y a la kryptonita) también… Quién sabe. ¿Tendría cabida un Mr. Mxyzptlk o un Juguetero? Aparecerán Cadmus y la galería de personajes creados por Jack Kirby? ¿Tendremos a Darkseid? Lo cierto es que Chris Nolan, David Goyer y Zack Snyder nos han dado un Superman acorde con los nuevos tiempos y que al fin, volvió para quedarse.

Gabriel Costa Ferraro

Man of Steel (USA/Canada/UK 2013) Dirigida por Zack Snyder. Escrita por David Goyer y Christopher Nolan. Con Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Diane Lane, Russell Crowe, Kevin Costner, Antje Traue, Harry Lennix, Richard Schiff,  Christopher Meloni, Laurence Fishburne. 

6 de junio de 2013

Yes x 3 en el Luna Park el jueves 30 de mayo: un viaje al lado sur del cielo.

Aún si fuera el deseo de este cronista el relatar un desapasionado y objetivo racconto  de lo acontecido la noche del jueves 30 de mayo en Luna Park, dicha empresa sería difícil. Nunca imaginó que 15 años después de la primera vez que un disco de Yes (“Fragile”, de 1972) atravesara su corazón, cuando aún no tenía ni el menor atisbo de idea sobre la enorme leyenda que representaba aquella banda y la huella que había dejado, tendría la oportunidad de verlos en vivo por primera vez. Para rematarla, tocando en su totalidad tres de los mejores discos de la historia del que probablemente fue el período de mayor pico creativo del rock británico y especialmente del rock progresivo:  la octava década del siglo veinte, los maravillosos setentas.

Pasados 15 minutos de las 21 comenzó a sonar la tradicional obertura de los shows de Yes: el final de la suite “El Pájaro de Fuego” de Igor Stravinski. En seguida, la característica introducción de pájaros del comienzo de “Close to the Edge”, la suite que da nombre al quinto disco de estudio del grupo editado en 1972. Después de un comienzo bastante dubitativo que puso en alerta a muchos entre las cerca de 7000 personas que colmaron el Luna Park, las cosas empezaron a acomodarse. Cuando arrancó a cantar Jon Davison (que reemplaza a su histórico tocayo Anderson) iban rápidamente de menos a más con un movedizo Steve Howe a la batuta y haciendo lo que podríamos llamar, sin temor a equivocarnos, magia sonora con su variado set de guitarras. “And You And I” fue su primer “tour de force” importante de la noche. No le iba en zaga otro histórico: el bajista Chris Squire, que si bien anda un poco pasado de peso, toca y hace sonar sus instrumentos (usó cuatro o cinco bajos) como solo él sabe. Un maestro. Del trío histórico, el baterista Alan White es quizás, el único que no está del todo en forma. Los problemas del comienzo de “Close to the Edge” trajeron a la memoria de muchos espectadores el pálido recuerdo de la última visita de la banda con el canadiense Benoit David y Oliver, el hijo de Wakeman. A Alan se lo ve cansado, pero en líneas generales no llegó a ciertos niveles que demostró en otros shows de esta gira, donde según los fans no dio pie con bola. Aquí se notó que su golpe ha perdido fuerza y, sobre todo, precisión. Pero aun así, con el enorme oficio que tiene sale airoso en líneas generales. Rick Wakeman tampoco estuvo esta vez y se lo extrañó. Geoff Downes, además de haber contado con algunos problemas de sonido a lo largo de todo el show, no tiene ni el virtuosismo ni la familiaridad con el repertorio de Rick, pero cumple su rol casi sin zozobras. Siguió “Siberian Khatru” y luego Steve anunció el siguiente álbum que interpretarían; uno que grabaron en 1977 en Suiza.
Siguió, entonces, “Going For The One”. Un gran disco, de los favoritos de los yeseros, que refleja un muy buen momento de la banda y que estuvo, además, notablemente ejecutado. El tema de apertura, homónimo, sonó igual que en el disco: pudo apreciarse perfectamente la armonía vocal, que es de una genialidad superlativa. Para “Turn of the Century”, bellísima, Davison ya se había ganado el respeto y la admiración de todos por su notable interpretación y además por su onda, totalmente integrada a la imagen y estética de la banda. Algo que el buen Geoff tampoco logra, por cierto. Quizás sea porque toca la mayoría del tiempo de espaldas al público. Siguió “Parallels” y Chris Squire envuelto en llamas con esa línea asesina en el bajo. “Wonderous Stories”, impresionante lo de Davison. “Awaken”, que muchos consideran (Jon Anderson incluido) el mejor tema de la historia de la banda, fue probablemente el momento de mayor trance y conexión de la noche. Squire usó su bajo de tres mástiles (es en el único tema que lo usa) y había buena vibra, sin duda, aunque confieso que fue de los temas (el disco entero, en realidad) en que más se extrañó a Wakeman.

Finalmente, "The Yes Album" fue, de principio a fin, un golazo de media cancha. O varios. La anécdota divertida es el furcio de Squire al anunciar el año de lanzamiento del disco: dijo verano de 1969 cuando fue, en realidad, en 1971 (como apuntó rápidamente Howe sin que su compañero le diera mucha bolilla). Arrancó entonces con el aire country de “Yours Is No Disgrace”, el siempre disfrutable solo de Howe en “The Clap”, la magnífica “Starship Trooper”, “I’ve Seen All Good People” (una que sepamos todos, sin duda), “A Venture” (nunca tocada en vivo antes de esta gira y una gozada total) y “Perpetual Change” que fue para quien escribe otro de los momentos de alto vuelo de una noche memorable. En un momento la banda dividida en dos: por un lado la base rítmica, Chris y Alan, tocando un riff, por otro lado Steve y Geoff tocando otro riff… Dos partes del mismo tema sonando superpuestas a la perfección. De yapa y como bis, una excelente versión de “Roundabout”, de aquel disco que escuchara hace 15 años, verdadera epifanía musical, que fue una despedida de lujo para un debut personal con una banda de cabecera, una de esas que tiene varios discos en la lista para llevarse al espacio en caso de emergencia.  

Gabriel Costa Ferraro

25 de mayo de 2013

Razones de mayo




Hoy en Argentina, 203 años después de la Revolución de Mayo, un montón de gente común y corriente, jóvenes, veteranos, laburantes, artistas, militantes y familias de todos los estratos sociales, festejan que hace 10 años se abrió una brecha para saldar algunas deudas históricas que ciertamente se han venido saldando, sin que eso signifique que no se hayan cometido errores o que no queden muchas de esas deudas aún pendientes. Festejan porque hoy pueden participar y discutir qué país quieren. Y festejan que recuperaron su trabajo, o que se pudieron jubilar, o que son el primer universitario en la familia, o que se pudieron casar con el que se les da la gana, o que sus aportes laborales ya no están en manos de bancos extranjeros rifados en la timba financiera y hoy se invierten acá, o que ya no tienen que esperar hasta el domingo a las 9 de la noche para ver los goles de su equipo o ver una tribuna en la pantalla porque no puede pagar el plus del abono de Cablevisión. Quien sabe. Por ahí festejan haber recuperado Aerolíneas e YPF, haber enjuiciado y encarcelado a genocidas que se mueren así y no libres como ha sido regla en la historia de la humanidad, haberle dicho no al ALCA de Bush, la Asignación Universal por Hijo, la impecable gestión diplomática por Malvinas o simplemente tener una Presidenta que no sólo no lee sus discursos si no que maneja una claridad y elocuencia conceptual que enferman de odio a sus contendientes políticos (que en amplia mayoría, no le llegan a los talones) y saca de quicio a sus enemigos de la monótona retahíla mediática (el verdadero partido opositor, afectado en sus negocios) de que "está todo mal" y que "son todos chorros" que esconden fortunas en bóvedas. 
Quien escribe, humildemente, se suma a esa alegría. Ha comprobado la indiscutible realidad de estas cosas. Ve quienes son los que mascan bronca después de estos 10 años y está seguro de estar parado en el lugar que lo deja tranquilo con su conciencia. Quizás no sea una década ganada, queda eso para los libros de historia. Lo que sí es seguro es que no fue una década perdida. Al gran pueblo argentino, salud

Discurso de asunción de Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003:

6 de abril de 2013

Sobre "viejas", "tuertos" y derrapes.

José Mujica, presidente de Uruguay, dijo sin percatarse de que tenía micrófonos abiertos que "esta vieja es peor que el tuerto". Claramente, se estaba refiriendo a la presidenta argentina, Cristina Fernández y a su difunto esposo, el ex-presidente, Néstor Kirchner. En medio de una hecatombe generalizada en Argentina por hechos de público conocimiento, esta noticia surgió para azuzar un poco el odio opositor (que no necesita demasiado para azuzarse, seamos sinceros) en ambos márgenes del Plata y para convertir al Pepe en el nuevo héroe de los caceroleros argentinos. 
Personalmente, me sentí avergonzado del presidente de mi país, al cual voté y banco siempre, como la banco a Cristina todos los días luchando contra los mismos que hoy le "festejan" la "gracia" a Mujica. 
Cada uno con sus herramientas (y no entremos a comparar la diferencia gigante entre Uruguay y Argentina, que ciertamente ha perjudicado severamente a Uruguay en varios temas en los últimos años por su férreo proteccionismo y actitudes ciertamente intransigentes, como el apoyo a los "asambleístas" de Gualeguaychú -que fueron "piqueteros" y "destituyentes" cuando hicieron un lock-out patronal en 2008-) luchan contra los mismos que hoy disfrutan de esta metida de pata o titulan en sus diarios que significa la "ruptura" entre ambos países, trasladando como habitualmente hacen su expresiones de deseo a sus columnas de opinión disfrazadas de "hechos" que no existen.
Y lo que lamentablemente en seguida salta, en ambos lados, es un chauvinismo ridículo que no suma nada. Los peronistas ortodoxos (hoy kirchneristas, mañana no se), ofendidos, saltan a defender a la presidenta: "es un tibio", "es un viejo vizcacha"... No tienen ni idea, ni los anti K (que siempre hablan de Mujica con simpatía por su austeridad y bonhomía pero si fuera presidente argentino -considero que jamás un hombre así podría llegar a serlo- dirían que es un roñoso) ni los K (que siempre creen, equivocadamente, que a su izquierda está la pared) quien es Mujica. Y, seamos sinceros, la gran mayoría de los uruguayos, antiperonistas genéticos, no entienden nada de Argentina. Salvo a Tinelli, claro. La ven a Cristina como quien ve a la Mona Jacinta, no le dan crédito para nada, están totalmente horadados por lo que los medios argentinos y uruguayos, que repiten de los argentinos, les bajan de ella. Me consta que en Uruguay se ve TN y que no se tiene la más pálida idea del nivel de desinformación, mentira y operación política que se hace diariamente en esa señal, perteneciente a un grupo económico que creció gracias a negocios mafiosos y complicidad con las dictaduras. Once años viviendo de este lado han confirmado estas hipótesis de mutuo desconocimiento y desconfianza entre pueblos hermanos, que es adornado, disimulado por un cierto candor y admiración por parte de argentinos a uruguayos y un visceral rechazo en viceversa, transformando, en una ridícula generalización, a todo argentino en el "cheto" que veranea en Punta del Este y habla con una papa en la boca o, aún peor, en una masa iletrada que va donde esté el choripan y la coca. Los argentinos quieren a los uruguayos, los uruguayos piensan que los quieren porque se creen superiores y entonces los odian. La mentalidad provinciana... ¿dónde está en realidad?
Estas pavadas que dice Mujica por su irreductible incontinencia verbal, no ayudan para nada en la difícil reconstrucción que ha habido en estos años de las complicadísimas relaciones bilaterales, seriamente afectadas por el corte de los puentes que terminó en La Haya, el dragado del canal Martín García -sin solución a la vista- y otros asuntos. Jorge Lanata, referente del pueblo cacerolo (y hay cacerolos en ambos márgenes del Río de la Plata, queridos, no se engañen... en Uruguay no salen a la calle porque son 5), dijo que el Pepe "manifestó lo que piensa TODA latinoamérica" (así con mayúsculas) y en seguida el corrillo de loritos zombies empezaron a repetir la "genialidad". Sobre todo los opositores uruguayos en las redes sociales, que así como detestan al FA y a Mujica, odian visceralmente a Cristina Fernández y desean fervientemente que se termine toda esta "paparruchada" de la "unión latinoamericana" y regresen los buenos gobiernos neoliberales que se ocupaban de las cosas importantes como los ajustes fiscales, la reducción del "gasto" público, el endeudamiento perpetuo, cagar a palos a la gente que salía a la calle porque no tenía laburo y los tratados bilaterales con democracias verdaderas como la de Estados Unidos. Porque Lanata y los suyos, por supuesto, saben mas que nadie lo que piensa toda latinoamérica: no olvidemos que anunció la victoria de Capriles en Venezuela y se tuvo que retirar del aire 15 minutos antes en lo que fue el mayor ridículo televisivo que he visto en años, entre miles de ridiculeces diarias que inundan la televisión argentina. 
Sería bueno que nos pongamos a pensar mas y a repetir menos, que hay muchos problemas REALMENTE importantes para resolver como para detenerse en lo que pudo haberse dicho perfectamente, entre compañeros, en una charla de mingitorio.

Gabriel Costa Ferraro

De basuras mediáticas y zombies


Tengo que admitir que, al principio, el desmentido del episcopado sobre las 14 audiencias que CFK había "rechazado" a Bergoglio (lo escuché, entre otros, de Marcelo Bonelli, Julio Blank, Joaquín Morales Solá, Pepe Eliachev, Luis Majul, Jorge Lanata, Nelson Castro y otros de esa calaña... o sea, todos los propaladores habituales de mentiras y operaciones de prensa conjuntas entre Clarín-La Nación-Perfil) me dio mucha gracia y me hizo reír de lo lindo. Pero pasadas las horas, siento profunda pena por toda esa gente, mezcla de zombie con lorito hablador, que se hizo eco de eso y lo repitió hasta el cansancio. Pena porque no se puede representar a un colectivo de "nada". Es decir, todos queremos vivir mejor, que haya justicia, que haya salud, educación. No es exclusivo de nadie y poco puede usarse como bandera para oponerse a algo, menos a un gobierno que amplía derechos e incluye. Y así como ésta "opereta", que personalmente me resulta menor porque me importa tres pitos la Iglesia Católica, salvo porque les tengo que bancar la religión con mis impuestos que preferiría los usara el canal Encuentro, hay al menos UNA operación diaria de mentira, engaño y/o difamación de parte de esta "prensa libre e independiente" amenazada por la "dictadura K". Y cada una de ellas corre como reguero de pólvora enardeciendo al acérrimo opositor.
El problema verdadero aquí es que eso lo hacen sabiendo que a sus lectores/televidentes/radioescuchas no les importa que sea falso. No les interesa. No leen otra cosa, no escuchan otra cosa (porque los demás, tal cual les ha dicho su prócer y gurú Lanata después de venderse por unos cuantos pesos, son "medios adictos", "cooptados" por "militontos"). Les dan la letra para que después repitan en el trabajo,  en discusiones familiares o en mesas de amigos. Y después otros, que dicen "yo no leo Clarín", "A mi los medios no me dicen que pensar", "Yo no les creo a ninguno, ni oficialistas ni opositores", repiten igual esa misma mentira porque se las dijo alguien por ahí y les encantó para sentirse un opositor de ley. Después dicen que hay "división" y "confrontación", que la gente está "dividida". Una mafia de soretes, eso es lo que son. Ellos son los que dividen, los que azuzan el descontento, el odio, la miseria mas vil (el título de hoy de Clarín sobre la Abuela de Plaza de Mayo fallecida en La Plata es lo mas miserable que he leído allí en años) de las personas que abjuran de la política, no la entienden ni la quieren. O de los políticos, que son todos iguales menos los que dicen lo que a mi me gusta en "A dos voces". Ya lo dijo Bertold Brecht: el peor analfabeto es el analfabeto político. Tienen, entonces, a un público cautivo de zombies idiotas y furiosos que repiten y propalan sus mentiras por redes y ámbitos sociales. Y a su vez, los zombies, que después hacen cacerolazos porque no pueden "veranear en Punta del Este" o quieren "justicia", "seguridad" y otros items tan indefinidos como ambiguos y tienen políticos igual de ineptos e idiotas que los representan, sin proyectos, sin ideas, sin nada. No quiero que se malinterprete: no estoy diciendo (por las dudas, porque se que siempre alguien salta como leche hervida haciéndose cargo) que todos los que se oponen o no son kirchneristas son descerebrados e idiotas. No. Hablo de los que repiten las mentiras de los principales medios opositores, que son muchos, lamentablemente. Los que se suben a la mentira porque les conviene, ya que jamás podrían articular un pensamiento propio y necesitan que les bajen el discursito bien masticadito los Nelson Castro, por ejemplo, que le habla a la presidenta de su país como si le hablara a un dictadorcillo de republiqueta bananera, o los Luis Majul, verdadera vergüenza de una dignísima profesión.
Y bueno, así están las cosas, lamentablemente. Es penosa la actualidad del periodismo liberal. Penosa. Estar informado hoy en día requiere muchísmo laburo intelectual, de búsqueda, de cotejo, de contraste, que es lógico que a mucha gente le de pereza y prefiera asumir su posición de lorito zombie. Y a nivel político, no hay ninguna propuesta superadora. Nada. Es todo basura mediática.



Gabriel Costa Ferraro

Teseracto vive y lucha...

A pesar del abandono al que fue sometido el último año (por circunstancias personales que no viene al caso analizar) tengo la necesidad de reflotar el blog, de volver a escribir en él algunas reflexiones que siempre quedan perdidas por ahí cuando uno las hace en redes sociales, donde todo pasa rápido, con poca discusión y poco análisis o en charlas personales que siempre enriquecen las miradas que tenemos, sean con personas que piensan como uno y especialmente con aquellas que tienen otras miradas. Los espero!